La entrada en Dubrovnik resulta
un tanto anodina. Ves un puente enorme de esos soportados por grandes tirantes
desde lo alto, pero ni siquiera entras por ese canal (que lleva al puerto
antiguo). El barco atraca en un puerto nuevo en la otra parte de la bahía y
donde te encuentras con unas casas modernas que te dicen poco de lo que es la
ciudad.
Hoy nos hemos decido por
prescindir de excursiones y paseo en manada y nos hemos ido por nuestra cuenta.
Claro que como mucha gente ha decidido hacer lo mismo, se ha formado otra
manada de los que no querían ir en manada. Además, como estamos en Croacia y la
moneda no es el euro, hemos tenido que cambiar, al menos para tomar un café y
pagar el autobús de línea que nos llevaría al centro de la ciudad.
Eso hemos hecho y la impresión
que tienes al llegar a la ciudad antigua es maravillosa. Dubrovnik es un
espectáculo. Entrar en la old city es
como dar un salto en el pasado e irte a una ciudad renacentista, rica y culta.
No es raro que le hayan denominado la “Perla del Adriático”, ni que la hayan
declarado patrimonio de la humanidad. Realmente impresionante. Entras por una
puerta abierta en la muralla (aún conserva el puente levadizo) que es todo un
símbolo de cambio de época. Y una vez dentro todo empieza a tener otra
perspectiva: callejuelitas medievales muy muy estrechas y que van a dar, muchas
de ellas, a escaleras que te permiten ir calle arriba. Hay un enorme sabor
italiano en las construcciones, quizás porque los venecianos la ocuparon o
tuvieron mucha influencia sobre ella. Hay una enorme calle central, la
Plaka, de la que van saliendo en
perpendicular muchas callejuelas estrechas y empinadas. Se llega a una gran
plaza con la torre alta y espigada donde tienen el reloj. Allí están también
todo un conjunto de monumentos arquitectónicos: iglesias, edificios
administrativos renacentistas, la casa del Rector (curioso nombre, no sé si ese
Rector sería el dirigente político o el académico de la universidad, supongo
que lo primero). Lo dicho, un espectáculo para la vista y el disfrute.
Las murallas que rodean la ciudad
son también espectaculares. Nos han dicho que se puede pasear sobre ellas y eso
hubiéramos querido hacer aunque al final no ha podido ser. Por rácanos.
Habíamos cambiado solo 20 euros porque todo el mundo decía que era suficiente y
luego ha resultado que con eso no nos llegaba para nada. Y como no te aceptan
dinero que no sean kunas (su moneda) ni había posibilidad de cambiar pues es
sábado y están los bancos cerrados (la gente sacaba dinero de los cajeros
automáticos pero yo ando con American Express y aquí no se lleva) pues se nos
fue al carajo la experiencia de las murallas.
Con todo, incluso tuvimos suerte
en esa desventura. Resulta que, de vuelta, a la plaza del reloj escuchamos que
venía una banda. Y la seguimos. Y luego oímos que llegaba otra por otra calle.
Y un grupo de niñas preparadas para bailar. Nos sentamos en un espacio en el
centro de la plaza y resultó ser que estamos en “la semana de Europa”,
iniciativa que celebran todos los años y que consiste en diversas actividades
culturales. La de hoy era la actuación de las diversas bandas de música de la
región. Asistimos a los primeros bailes sentados en ese pilar del centro de la
plaza, una fortuna inesperada pues estábamos en primera fila. Después fueron
interviniendo las bandas en una especie de palco y nos sentamos en una
cafetería que estaba allí mismo. Nuevamente en primera fila. Así que hemos
tenido una mañana muy musical y entretenida. Me ha gustado especialmente la
cantidad de chicos y chicas jóvenes que formaban parte de las agrupaciones
musicales. No es que fueran virgueros tocando pero el que estuvieran allí
demuestra que la música forma parte de la vida de las escuelas y los barrios de
la ciudad. Ha sido lindo, también, ver a niñitas de 5 a 14 o 15 años danzar con
sus bastones de metal y hacer (o intentarlo) filigranas moviéndolas con las
manos y tirándolas a lo alto. Al grupo de las mayores les salía muy bien pero a
las pequeñitas era más complicado. Lo hemos pasado muy bien. Aún siendo las
piedras de Dubrovnik espectaculares, me he divertido más con la gente, la vida,
la música.
El regreso al barco (con la
acostumbrada hora de margen para no andar apurado) ha sido un tanto
accidentado. Nosotros que dejamos las excursiones organizadas porque nos
horrorizan las multitudes actuando como borregos, nos hemos encontrado con una
enorme masa esperando el autobús de línea que nos habría de traer de nuevo al
puerto. Empujones, gritos, enfados y casi, hasta peleas porque todos querían
entrar los primeros. Y eso que había muchos niños. Un desastre. Finalmente
hemos entrado todos, pero es terrible cuando la gente se estresa. Somos capaces
de pisotear a niños pequeños, de empujarles, de enfadarse.
Ya en el barco, de nuevo a las
rutinas. Hoy habrá que romperlas po
rque toca hacer las maletas. Ya nos han advertido que tendremos que dejarlas a la puerta de la habitación antes de la 1 de la madrugada y recogerlas mañana en el puerto de Venecia. O sea, que a dormir en pelotas (tampoco está mal como despedida).
rque toca hacer las maletas. Ya nos han advertido que tendremos que dejarlas a la puerta de la habitación antes de la 1 de la madrugada y recogerlas mañana en el puerto de Venecia. O sea, que a dormir en pelotas (tampoco está mal como despedida).
El último espectáculo en el
teatro, aunque divertido (han hecho intervenir a los niños del crucero en un
numerito bastante tonto y que no parecía que hubieran preparado mucho, aunque
ha estado verlos allí; también merecían su minuto de gloria porque, la verdad
es que han sido muchos, desde bebés a adolescentes), no ha estado a la altura
de los anteriores. Algunas canciones y bailes (incluido un poco de ballet y un
casashot ruso, quizás lo mejor). Luego una nueva lección de baile, en esta
ocasión un mix de baile caribeño que fue una decepción. Después del éxito de la
bachata, hoy ha sido un desastre. Debe ser que a esas clases nosotros no
asistimos. Y, al final, la cena. Ya de
despedida. Ha sido un momento bonito. Hemos pasado juntos 7 cenas y casi es
como si nos conociéramos de toda la vida. Nos hemos intercambiado emails y
hemos deseado que no sea la última vez que tengamos la oportunidad de
encontrarnos. Lo hemos pasado bien, realmente.
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