Una de las cosas que me parecen
más simpáticas en los GPS es que cuando no sigues sus instrucciones (o él se
equivoca, porque le han cambiado la calle), inmediatamente se pone a recalcular
los parámetros en los que estaba funcionando: distancia, tiempo restante, nueva
ruta, etc. Muchas veces me he planteado lo bien que nos vendría a las personas
tener un sistema similar en nuestra cabeza: poder recalcular (y tener voluntad
de hacerlo) cada vez que algo te sale mal o diferente a lo que habías previsto,
o cuando las circunstancias te cambian. Pues nada, recalculas y adelante.
Viene esto a cuento porque
estamos iniciando un nuevo año. Tiempo de estrenos y propósitos. Además la
gente que cree en eso de los números dice que éste será un año especial porque
los cuatro dígitos del año (2015) suman 8 y ése es un número con
características especiales en el mundo de la simbología. Anuncian que será un
año de cambios y de catarsis. Ya veremos. De momento el nuevo año se parece a la imagen con la que se inicia esta entrada: algo poco claro lleno de luces pero también de sombras. La cosa es que, sea lo que sea un año
que suma ocho, tendremos que calcular y recalcular lo que pretendemos que dé de
sí. Que lo consigamos o no, ya es otra historia.
Claro que estar pensando ya en
recalcular cuando todavía estamos a día 2 de Enero parece un poco chungo.
¿Apenas hemos estrenado el año y ya tienes que recalcular? Mal asunto. De todas
formas, quizás no sea tan raro porque lo que se recalcula no es lo que acabas
de decidir sino lo que venías haciendo en el año que acabamos de cerrar. Un
recalcular a partir de la experiencia de año anterior.
¿Tan malo fue el 2014?, me preguntan
(es el blog que ve que, como no me moje en miradas retrospectivas, esta entrada
no va a dar para mucho). Pues así, a bote pronto, no sabría responder con
claridad. Desde luego, ha tenido cosas fantásticas. El nacimiento de dos nietas
ha sido, sin duda, lo mejor de todo: que todo saliera bien, que ellas hayan ido
creciendo perfectamente con esa alegría y ternura que te alegra la vida. La
salud se ha mantenido en stand by y hasta hubiera podido alegrarme si no fuera
por la insensatez de haberme operado de las cejas (que según los médicos me
caían sobre los ojos) y que primero me dejó con unas pintas próximas a
Frankenstein y después me ha traído frito durante todo el año. Y lo que te
rondaré, morena. De todas formas, la salud es cada vez más protagonista de mi
vida y mis preocupaciones y eso es muy mal indicio. Ahí sí que habrá que
recalcular. Y a cada poco. Mejor tocar madera
En lo profesional tampoco puedo
quejarme aunque (siempre hay un aunque…) uno siente, de manera cada vez más
evidente, ese tránsito hacia la marginalidad. Cuando has pasado mucho tiempo en
el centro de las cosas, el ir reculando hacia los márgenes (incluso, si eres tú
mismo quien lo promueve) es como un virus que te va afectando al ánimo y te
descorazona. Un amigo decía hace ya años que él había llegado a una edad en la
que ya “no tenía objetivos”. Me pareció dramático cuando se lo escuché. Cómo se
puede vivir sin objetivos, me planteaba yo entonces. Ahora, en cambio, lo
entiendo mejor. Muchos de los objetivos (sobre todo, los laborales) los
mantienes por los otros que dependen de ti o a quienes les afectaría si tú
dejaras de planteártelos. Pero incluso aunque los mantengas y pelees por ellos,
esa sensación de que estás cerrando proyectos y concluyendo una etapa esencial
de tu vida, te genera un vacío que cada vez llena más partes de ti mismo.
En fin, malo cuando tienes que
plantearte propósitos y estás con el ánimo maltrecho. En todo caso, en esos
paseos por la Alameda que ahora tengo que convertir en rutina he ido marcándome
las líneas maestras de lo que desearía que fuera este nuevo año. Propósitos
sencillos.
El primero, sin duda, es VIVIR.
Así a secas, sin adverbios ni adjetivos. No sé si se trata de un propósito o un
deseo. Ambas cosas, seguramente, pero en
esta etapa de minimalismos forzosos, hay que descender a lo más básico. Tiene
un toque de dramatismo que acojona un poco, pero hoy por hoy necesito partir de
ahí.
El segundo es sólo una
continuación del primero: VIVIR CON. Es curioso cómo a medida que pasan los
años va cambiando el panorama de las personas con las que te relacionas.
Progresivamente van perdiendo importancia aquellas más ligadas al mundo
profesional y comienzan a tenerla las que provienen de otros ámbitos. “Vivir
con” tiene que resignificar el valor que das a las relaciones. Empezando por
las familiares que se van enriqueciendo con la llegada de los nietos y, a la
vez, haciéndose más complejas en el entorno familiar global. La verdad es que
la presencia casi constante de una nietica en casa nos ha cambiado la vida.
Vives con gozo la alegría inmensa que emana de un bebé sano y parlanchín. Pero,
a la vez, eso te obliga a cambiar tus rutinas y a estar atento a sus ritmos y
demandas. Disfrutar de la familia y, sobre todo, de nuestras nietas va a ser
uno de los propósitos básicos de este año.
Mi tercer propósito es una
derivación de los anteriores y con su misma esencia: VIVIR EN. Estos años
pasados han estado llenos de gentes y lugares. He viajado mucho y he de
reconocer que para mí ha sido, a la vez, importante y agotador. Cada año me comprometo
a ir reduciendo las salidas y los compromisos. Probablemente es un propósito
inalcanzable si solo cuento con mi voluntad. La cuestión es que ahora empieza a
ser la salud la que va imponiendo sus limitaciones. Y eso son palabras mayores
y con más poder de convicción que los propósitos de Año Nuevo. Veremos qué da
de sí la nueva situación y si soy capaz de acougar en Santiago y de disfrutar
algo más de los encantos de esta ciudad.
Y para finalizar hay otro vivir,
el VIVIR CÓMO que también me preocupa en este inicio de año. Ya decía antes que
la herejía del “vivir sin propósitos” ya no me parece tan grave. Mi cabeza y mi
pensamiento siempre viven en el futuro. Siempre tengo infinitas cosas por hacer e, incluso
así, siempre estoy imaginando otras más que se podrían hacer. Al final, lo que sucede es que nunca consigo relajar mi
espíritu, siempre vivo en deuda con cosas iniciadas y que no logro concluir
porque antes de hacerlo ya he iniciado otras. A mí me admiran mucho las
personas que van escalonando sus compromisos. “Mire, me parece muy interesante
eso que me propone, pero en este momento estoy con otra cosa y hasta que la
concluya no puedo aceptar nada más”. Eso es lo que algunas personas me
responden cuando les propongo alguna nueva iniciativa. Me fastidia que no
colaboren conmigo pero les admiro por la buena gestión que hacen de sus
esfuerzos y compromisos.
VIVIR, VIVIR CON, VIVIR EN y
VIVIR CÓMO. Mis cuatro propósitos para este año. Todos my en torno al vivir, al
sobrevivir al 2015. En fin, siento que esto de volver a lo básico no es un
inicio demasiado prometedor. Resulta tan de vuelta a lo básico que le falta
alegría y estímulo. Yo debería estar soñando con hacer otro crucero, con
iniciar nuevos proyectos tanto lúdicos (ahí tengo pendiente el acordeón) como
profesionales, con escribir nuevos libros u sacar adelante proyectos exitosos.
Pero parece que lo que me pide el ánimo es volver a los cuarteles de invierno,
asegurar lo básico y esperar que amainen los temores e incertidumbres de esta
época. Algo así como cuando te toca una mano con muy malas cartas y ya ves que
tú no vas a poder ganarla así que cambias la estrategia para minorizar los
males y que no te cojan muchas. Pero ya digo, eso es muy poco estimulante. Un
proyecto de año anémico. ¡Quién me lo iba a decir! Ojalá pueda recalcularlos
con un chute de más alegría.
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