Bueno pues ya hemos llegado a
Atenas. Como hemos llegado temprano todo ha ido más rápido hoy: hemos tenido
que madrugar, desayunar pronto y a las 8 nos hemos puesto en camino hacia el
Pireo, la zona portuaria de Atenas.
Hartos todos estos días de
caminar en manada, hoy nos hemos decidido por irnos solos. Agobia bastante
verse siempre en fila india, al ritmo que te van marcando los más lentos.
Sabíamos a fuera del puerto se podía tomar el metro hasta el centro de Atenas,
junto al Partenón y eso pensábamos hacer. Solo que las cosas suelen variar
rápido. A la salida del puerto nos hemos encontrado con un taxista que nos
ofrecía llevarnos al Partenón por 5 Euros. La excursión del crucero costaba 89€
por persona. Primero se lo ofreció a otros españoles que iban en grupo pero no
aceptaron. Luego nos lo dijo a nosotros: abrió un plano de Atenas y nos señaló
las cosas que allí se podrían ver. Nos ofreció a llevarnos a todas ellas por
60€. Ya era una rebaja interesante con respecto a los autobuses del crucero.
Elvira le ofreció 50 y el hombre pareció dudar, pero, al final, aceptó. Así que
cambiamos de plan y nos montamos con el taxista. Lo primero que me maravilló
fue que llevaba música clásica en el taxi. Se lo dije (todo en inglés, claro) y
a él le gustó. Nos contó que era profesor de música en una academia pero que
ahora con la crisis habían bajado mucho los alumnos y tenía que compartir
lecciones y taxi. Pero se le veía un hombre culto y muy amigable. Nos fue
explicando (todo en ese inglés en el podíamos entendernos ambos) los
principales mitos griegos para que entendiéramos mejor el Partenón. Nos dejó al
pie de la colina del Partenón y quedamos en que volvería a buscarnos en hora y
media. El primer gran gesto de confianza del día fue que no quiso que le
pagáramos nada hasta que nos dejara en el barco (yo tengo que confiar en
ustedes y ustedes tienen que confiar en mí, nos dijo, si no esto no funciona).
Me gustó.
El Partenón es desde luego una
visita inolvidable. Y eso pese a que está todo en obras y muchas cosas no las
puedes ver. Muchas de las imágenes que allí ves ya las tienes en tu memoria de
las clases de arte. Las columnas estriadas, los capiteles, los frisos y las
metopas, la hermosura de los templos, la vista desde la colina del Partenón.
Otras te sorprenden: por ejemplo, creía que eran más grandes las cariátides,
esas imágenes femeninas que sostienen el templo. También echamos en falta la
enorme estatua de Athenea cubierta de oro que debimos estudiar con pelos y
señales. Al pasar junto a una guía que estaba explicando la cosa, nos enteramos
que la habían robado (se pregunta uno cómo se puede robar una cosa tan enorme).
Bueno, pese a todo, fueron cientos de fotografías en una visita relajada. Es la
ventaja de ir en taxi. Cuando llegamos nosotros apenas si había gente (algunos
grupos de niños escolares que iban con sus profesores a hacer algún trabajo)
pero cuando ya salíamos estaban entrando los de nuestro crucero: miles de
personas en grupos amontonados lo que hacía imposible tener perspectivas limpias
para fotografiar los monumentos (siempre había alguien que se te ponía por
delante). Afortunadamente nosotros ya nos íbamos (o sea que llegaron una hora y
media después que nosotros). A la hora prevista apareció el taxista y nos
fuimos con él al siguiente destino: el templo de Zeus en el centro de la
ciudad. Otro monumento precioso y espectacular. De allí al cambio de Guardia
frente al Parlamento. Bueno, es menos espectacular que la de Buckingham pero
también tiene lo suyo de espectáculo: los pasos de caballo recuerdo de la
guerra en que se luchó a caballo y la imitación arrastrando los pies (para que
puedan hacerlo llevan unos zapatos que pesa cada uno 5 kilos por el metal que
tienen en la suela para hacer el ruido de los cascos), el pompón de la punta
del zapato que era para ocultar las facas que llevaban los soldados insertas en
los zapatos para clavárselas a sus enemigos; una especie de coleta que les cae
de la cabeza, símbolo de las lágrimas por los soldados perdido y así todo un
muestrario de cosas y significados que a
uno se le escaparían si alguien no se lo cuenta.
Hermosa de veras la vieja
universidad ateniense con un edificio neoclásico precioso. Y junto a ella la
Academia con unos frescos magníficos y la biblioteca. Me encantó pasar por ese
lugar. La última fase de nuestra mañana fue en la Plaka, la zona vieja y más
animada de la ciudad. También tiene sus monumentos (que, por supuesto vimos,
aunque a aquella altura de la mañana ya estábamos un poco saturados), en
especial la torre de los vientos con sus relojes de sol (ya desaparecidos y los
bajo-relieves de los dioses de los vientos. Pero lo más interesante de ese
final de visita fue poder pasear por la zona antigua de la ciudad llena de
vida, de restaurantes (a tope en aquellos momentos) y de comercios. En algunos
momentos aquello parecía una Kashba marroquí o turca pues caminabas entre lunas
y objetos expuestos. Claro que aquí lo que se veían eran muchos comercios de
chinos. Aproveché un poco de tiempo para pasarme por un ciber y ponerme al día
de mis compromisos con internet (parece mentira que un crucero tan bien
organizado como éste no haya resuelto mejor el tema delas comunicaciones). Y
ahí acabo nuestra jornada ateniense.
En fin, visitar Atenas ha sido un
hermoso viaje de retorno a la antigüedad, a los orígenes de lo que nosotros
somos. Sentirse en la cuna de Europa (pobres, ahora que les va un poco mal, han
estado a punto de echarlos fuera), en un lugar que ha sido origen de tantas
cosas. Poder hacerlo con un taxista que escucha música clásica es toda una
evidencia de lo especial de este lugar. Y no solo fue el tema de la música sino
la cordialidad que demostró a lo largo de toda la mañana. Al final, nos
preguntó si conocíamos un postre típico griego y como le dijimos que no, se
paró en la mejor dulcería de El Pireo para comprarnos una muestra y que la
probáramos. Buena gente que encuentras por todas partes. En este caso, buenos
él y nosotros. Él podía habernos dejados tirados en cualquiera de los
intermedios. Nosotros pudimos hacer lo mismo y ahorrarnos el dinero que hasta
ese momento le debíamos. Ni nosotros ni él tuvimos siquiera tentaciones de
hacerlo. Disfrutamos de la confianza mutua.
Fue nuestro taxista, nuestro guía (se esmeró lo indecible para que
entendiéramos tanto el arte como la situación del país) y, al final, nuestro
amigo. Se merece que cite aquí su nombre
por si otros turistas desean contactarlo y disfrutar de sus servicios: se llama
Michele (maikstil@yahoo.gr) y su tfno.
es el +30 6944 521878. Quedarán encantados.
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