Quizás deba decir, de entrada, que fui a verla sin demasiadas
expectativas. Hace unos días unos amigos cinéfilos nos decían que no compensaba
ir a ver nada que estuviera por debajo de las 4 estrellas. Quizás tuvieran razón,
pero mi impresión es que eso de las estrellas es demasiado fluido y subjetivo.
En mi caso, pocas veces coincido con esos grandes críticos que imponen su
visión personal en los medios. En este
caso concreto, la mayor parte de ellos, no han pasado de las dos estrellas al
valorar Nuestros amantes. Yo, en cambio, salí encantado. No es probable que le
den un Oscar y, quizás, ni siquiera un Goya, pero he pasado hora y media feliz
y entre sonrisas. Lo que, dados los tiempos que corren, no es poco.
Nuestros Amantes es una película
recién estrenada, dirigida por Miguel A. Lamata y protagonizada por Eduardo
Noriega y Michelle Jenner. Está filmada en Zaragoza y Teruel, lo cual, en mi
caso, no hace sino añadir encantos. Pero lo que más destaco, sin duda, es la
belleza y simpatía de la Jenner (esos dientes blanquísimos que convierten su
sonrisa en una luz que ilumina cada escena en la que participa). Y diría lo
mismo de Noriega, no por los dientes sino por su forma de ser, por sus gestos y
esa complicidad en la mirada. La verdad es que bordan sus papeles, mejor en los
momentos de juego verbal alegre que en los momentos dramáticos.
La historia en sí no es nada del
otro mundo. En realidad, los guionistas lo que hacen es intentar contar una
historia de amor (de enamoramiento) entre dos jóvenes que acaban de romper con
sus parejas. Con esos mimbres podría haber salido una historia nostálgica y
doliente, pero es todo lo contrario, una historia alegre y reparadora. Una
historia que está, además, muy bien contada. El pasado solo se va conociendo
poco a poco y eso ayuda a ir disfrutando de cada situación en sí misma y sin
vincularla al pasado.
La verdad es que el que te entre en
un bar, así por el morro, una chica tan preciosa como la Jenner debe ser un sueño
de todo hombre, joven o viejo. Y el que lo haga de esa forma tan fresca y
original todavía mejora la situación y amplía las expectativas. Y, a partir de
ahí, todo va resultando original y divertido. Una comedia romántica que no
resulta empalagosa.
Pero, para mí, lo más interesante
fue, sin duda, el lenguaje. Tanto que no pude evitarlo y saqué mi libreta del Alzheimer para anotar algunas
de las frases que se iban diciendo y que me parecieron brillantes.
Probablemente, cuando las recupere perderán parte de su gracia porque su doble
sentido y su originalidad estaban muy ligados al gesto de quien las decía o al
contexto en que se decían. Pero, desde luego, eran como esas gotas de perfume
con que se adornan ciertas conversaciones.
Ya el propio hecho de los nombres que se ponen el uno al otro: hada
chalada y duende chiflado; o el que ponen a sus respectivos ex: enfermo y saco de
mierda, uno y cínica de los huevos la otra. O aquello de “besar a un pivón por
el que hasta el papa se haría traficante de crac”. O “nunca olvido a una chica
imposible de olvidar”. O “si te dijera la verdad, te mentiría”. Me encantó ese humor inteligente.
Probablemente sean frases demasiado rebuscadas y puestas allí a propósito, pero
da igual. Estaban muy bien traídas.
Y en el fondo de todo está la
historia de amor que nos cuentan. El amor como un juego a dos. Y eso es, ¿no? Pero lo interesante es vivirlo así y divertirse con ello. Muy interesante eso de que sea el otro el que responda a las preguntas que le gustaría hacerte. Muy interesante, la mezla de Bukovski y Capote. En fin una historia de amor también intercalada de frases memorables. Eso
de que “nuestro único compromiso es con la pasión”, o aquello otro de “dame 24
horas para demostrarte que soy la mujer de tu vida”, son ideas cojonudas. De
todas formas mi preferida es aquella otra de que “no merece la pena una
historia de amor sin un buen polvo”. Y, en ocasiones, las frases presentan
elementos importantes de la propia historia de amor que ellos están viviendo (o
de la que están sobreviviendo). Impresiona, porque es verdad aquello de que cuando
alguien te deja es porque está convencido de que “se merece algo mejor que tú”;
también que una relación implica que “tú las escuches”; o que, parte del
problema de relación sea que “no nos ha pasado nada”. Me pareció interesante
aquello de “no me gustan los hombres que piden permiso para soñar”, o la
protesta de ella “quiero seguir teniendo sueños”.
En fin, una historia de amor bien
contada y adornada tanto por un lenguaje original como por unas imágenes de
Zaragoza y Teruel que son un canto a dichas ciudades. Se pasa bien. Y quien lo
desee, hasta puede volver la mirada sobre su propia relación de pareja.
1 comentario:
No es "genio tarado" es "duende chiflado"
"Pero no es nada raro que duendes y hadas se encuentren en sueños..."
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