Tras la hermosa experiencia
argentina tocaba mudanza y nueva preparación de los bártulos para la siguiente
etapa de este periplo, Guatemala.
No conocía Guatemala o, peor aún, solo la conocía por los
estereotipos que me habían ido transmitiendo, sobre todo en México, en Chiapas.
Chiapas hace frontera con Guatemala y es el punto de cruce de miles de
guatemaltecos (y de otros países centroamericanos) que van buscando la tierra
prometida de los USA. Cruzan de cualquiera manera la frontera que se ha
convertido en un espacio de mucha violencia pues las mafias se aprovechan de ellos, los esclavizan, los abusan y muchas
veces los hacen desaparecer. Allí se montan en ese terrible tren que cruza todo
México hasta alcanzar la frontera norte. Un tren que es una especie de patera
de la que con frecuencia les secuestran las mafias. Historias terribles me
han contado. Así que me esperaba una Guatemala primitiva y deprimida. Y ha sido
una sorpresa. Realmente una sorpresa. Hay momentos en que no sabes si estás en
Guatemala (la ciudad) o en Suiza.
La gente es realmente amable. Con
la ventaja añadida de que en su mayoría son de estatura media-baja, y con tamaño
de barriga medio-alto. Con lo cual, me he encontrado con un genoma muy familiar
para mí. Era como sentirse en casa. Sensación oportuna que sirvió para
compensar el agobiante viaje de Buenos Aires a Guatemala en compañía de un
equipo de baloncesto uno de cuyos componentes (2,07 medía el angelito) se sentó
a mi lado y me provocó una dolorosa tortícolis de tanto mirar hacia arriba.
Otro aspecto destacable de ese primer contacto con los/las guatemaltecos es la
sensación de que no te entienden. Ellos hablan muy rápido y con una
pronunciación un tanto especial. Cuando hablan con extranjeros se esfuerzan
pero uno tiene la sensación de que, de inicio, no te entienden. Se quedan
mirando y esperando que les repitas de nuevo. Luego, se conoce que reajustan el
decodificador y las cosas ya van mejor, pero las primeras frases requieren
tiempo y paciencia. Y, por lo demás, el tráfico es caótico. De esos del sálvese
quien pueda. Con guardias de tráfico en los cruces a los que les pitan más que
a los árbitros en el fútbol. Un tráfico tan intenso que se hace muy penoso
avanzar, sobre todo en las horas punta.
Nos alojaron en el hotel Barceló.
Un hotel que no desmerece en nada con el Barceló de Valencia, en el que acabo
de estar hace unos días. Claro que aquí, se nota que el personal tiene salarios
bajos pues hay empleados por todas partes. La vigilancia es extrema.
Pero todos son muy cordiales, no te molestan (quizás es que tenemos cara de
personas serias). La siguiente sorpresa son los precios: inalcanzables. Por
caros, aunque parezca extraño. La moneda aquí es el Quetzal (como la ruta de De
la Cuadra Salcedo). 7,5 quetzales por dólar. Y una cerveza te sale por Q39 (5
dolares y pico, como en Florencia). No puedes tomarte una sopa por menos de Q 60 (8 dolares) y el buffet de
la comida que en Europa puede ser de
12-15 dólares, en Guatemala son Q160
(22 dólares), sin bebida y sin contar el 10% obligatorio de propina. Una noche
que salimos a cenar un grupo, sin tomar bebidas que desmadrarían la cuenta, nos
salió a cada uno por 36 dólares. Las profes del congreso nos dijeron que la
ropa estaba igual de cara. De hecho, nadie compró aquí cosas. Salvo el Jade,
claro, pero eso ya pertenece a otro negociado (el de los regalos, en el que no
miras tanto el precio). La pregunta que nos hacíamos era: ¿será que la gente
tiene unos salarios tan altos aquí? No lo parecía, la verdad.
De todas formas, volviendo a la
ciudad de Guatemala, tiene zonas realmente espectaculares. Parece ser que las
autoridades municipales, sobre todo el alcalde (creo que lleva ya 4 o 5
elecciones ganadas con mayoría absoluta) se ha tomado muy en serio lo de
adecentar la ciudad. Ayer nos contaba el guía que una consultora inglesa lo
incluyó entre los 15 mejores alcaldes de toda América. No me extraña. La ciudad
está dividida en zonas. Algunas de ellas resultan irrelevantes. Muy parecidas a
otras ciudades de México o Perú. Pero las hay de una belleza fantástica. Con
edificios singulares espectaculares o con una configuración arquitectónica muy
original . Entre ellas, destaca el paseo Cayalá, un conjunto arquitectónico muy
original, con una especie de templo griego en el centro que funciona como centro
cultural y una serie de edificaciones sorprendentes. Se ha convertido en la zona de ocio y paseo
más interesante de la ciudad.
Y por lo demás, el Congreso
discurrió según los cauces habituales. No exageran tanto en las fotografías
como en México o Argentina, aunque también son muy amables y reforzadores. Y,
en lo que se refiere al clima político del país, no fue ninguna sorpresa
descubrir que, también allí, igual que había constatado la semana anterior en
Argentina, están metidos hasta el cuello en problemas de corrupción. De hecho
tanto el expresidente como la vicepresidenta están en prisión acusados de haber
desvalijado el país durante su mandato quedándose con inmenso capital. Como
dicen los italianos: tutto il mondo é paese! (en todas partes cuecen habas, que
decimos nosotros).
Pero, en resumen, una experiencia
muy interesante que no me importaría repetir.
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