Parece una contradicción in términis pero, desgraciadamente esta
vez ha sido cierto. Había leído algo en la prensa (que Brasil estaba
respondiendo a las mismas presiones migratorias que los españoles aplicaban a
los brasileños que venían a España) pero la noticia decía que se habían reunido
los dos gobiernos y que la cosa se estaba arreglando. ¡Y una leche!
De todas formas yo ya había
tomado mis previsiones. Les había pedido a quienes me invitaban que me mandaran
una carta de invitación para acudir al congreso como conferenciante. Y me la
enviaron en duplicado. Pero les dio
igual.
Total que salí el primero del
avión y llegué el segundo a la policía de inmigración en Natal. La primera
sorpresa (intencional supongo, pero difícil de entender) fue ver que había media
docena (o quizás más) cabinas de policía pero habían dejado solo una para los
extranjeros y todas las otras para los brasileños. Parecía una ofensa verlo,
una cola enorme de extranjeros (el vuelo era de la TAP y llegaba desde Lisboa)
y los policías para brasileños prácticamente sin nadie.
El primer extranjero pasó sin
muchos apuros. Y allí fui yo. En cuanto cogió mi pasaporte la funcionaria,
llamó al coordinador, el tipo que estaba organizando las filas. Y éste me sacó
de inmediato de la fila. Le mandó a la funcionaria que fotocopiara el pasaporte
(lo único que hacía con todos los demás) y me llevó detrás de la cabina. ¿Tiene
usted el vuelo de regreso comprado? Claro, le dije. Y le enseñé la reserva. La
miró sin entender. Le dije, mire vengo a dar una conferencia en un Congreso y
tengo una carta de invitación. Se la enseñé, la miró sin leer y sin enterarse,
por supuesto. Tampoco parece que le interesara mucho. Después me pidió, de
forma poco amable, mi extracto bancario. Estuve por decirle que eso es un
secreto personal, pero para qué vas a discutir con un policía. Un extracto
bancario, ¿qué es? Le enseñé una cartilla donde se marcaban de saldo 18.000 €.
Tampoco la entendió. ¡Qué coño va a saber un policía brasileño del formato de
las libretas bancarias españolas! No sabía ni dónde mirar. Y el banco, esa cosa
nueva que se acaban de inventar de Nova Galicia banco, a él le debía sonar a
chino. Todo un absurdo, incluso para él. De todas formas me dijo que me fuera a
por la maleta y que después regresara a por el pasaporte. Le dije que no
llevaba maleta pues iba por pocos días. Le dio igual. Que esperara.

Y es probable que lo haga. Brasil
era un mito para mí. El país de la amistad y la alegría, mi modelo por tantos
motivos. Parece ser que las cosas están cambiando. Ellos dicen que cambian para
defenderse, para pagar con la misma moneda con que tratamos a los suyos. Quizás
tengan razón. Lo triste de todo eso, es que estamos tirando por la borda todo
un estilo de relación. Una forma de colaboración que nos proporcionó tantas
alegrías a colegas de ambos países.
Salí triste del aeropuerto. Y eso
que el viaje había sido perfecto y que al otro lado de la puerta me esperaban
las organizadoras del Congreso al que venía. Se lo conté, pero tampoco ellas
tenían mucho que decir o hacer al respecto. Una historia esto de las fronteras.
Yo me sentí humillado. Supongo que eso mismo les pasa a muchos y muchas (creo
que con las mujeres son especialmente bordes, como si todas ellas vinieran a
prostituirse) en Barajas. Lo siento de veras por ellos y ellas. Ahora ya sé lo
que sienten.
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