Bueno, una vez instalados en el
nuevo espacio, la cuestión es ir estableciendo algunas rutinas que te vayan
asentando bien en el lugar. Ya decía en otra entrada que los balnearios tienen
eso, estás allí para cumplir las tareas que te encomiendan. Y, por tanto,
tienes un horario que cumplir (bueno, cumplirlo en la medida en que estés
dispuesto a ello, también puedes objetar y hacer tu vida). No ha sido difícil,
hay que reconocerlo. Te cuesta un poco
organizarte y salir del desayuno para comenzar los baños, pero una vez que
superas ese minuto de duda y desidia, todo se supera. Te preparas (bañador,
gorro, gafas, chanclas y albornoz) y al frente. En nuestro caso, lo primero es
la piscina. Así que allí vamos a ponernos en la fila e ir disfrutando de los
diversos chorros por los que van avanzando. Muy agradable, la verdad, porque
puedes ir aflojando todas las partes del cuerpo, desde las plantas de los pies
hasta la cabeza. La pega es que no puedes seguir tu ritmo pues dependes un poco
del ritmo de los que van delante de ti, pero así y todo, una vez que ya entras
en la cadena de los chorros, te da lo mismo pues tú ya tienes tu chorro que no
abandonarás hasta que el anterior a ti deje libre el que está ocupando. A veces
la encargada llama la atención a los que se demoran en exceso, pero por lo
general son realmente amables. Después viene el resto de actividades que te
haya mandado el médico. En mi caso el chorro lumbar (es lo que menos me ha
gustado) y el doble chorro frío-caliente. Pero el descubrimiento ha sido la
piscina exterior. Es agua caliente, pero claro, en el contexto cuasiinvernal en
el que nos encontramos. La sensación es extraordinaria, tienes el cuerpo en
agua caliente y la cabeza fuera en el frío. Se nada muy bien porque flotas con
facilidad y la sensación es estupenda.
Y cuando acabas tu recorrido por
los baños que te tocan, pues organizas el día como mejor te venga. Ahí es donde
son importantes las rutinas siempre marcadas por las líneas rojas de las
comidas (a las 13:30 el almuerzo; a las 20 la cena). Un rato de trabajo, un
paseo, las series de la TV, lectura, charla, en fin lo que cada uno escoja.
Todo se hace un poco extraño en comparación a lo que suele ser tu vida
ordinaria pero te adaptas fácil. A nadie le disgusta un dulce. Y el balneario
lo es realmente. Y luego, pues introduces alguna actividad especial y así
rompes el esquema un poco.
Eso hemos hecho hoy. Hemos
intentado romper un poco la rutina de estos días y tras la piscina hemos hecho
pellas en los otros baños y nos hemos ido a Pamplona a visitar a la familia.
Nosotros habíamos pedido Fitero precisamente por eso, para poder visitar a la
familia. Pero aquí como se van sucediendo las tareas de los baños, los días se
achican mucho, sobre todo ahora que a las 6 de la tarde está ya oscuro. El
sábado iremos a Tafalla. Hoy nos acercamos hasta Pamplona. Navarra es una
provincia larga. Ciento y pico
kilómetros de Fitero a Pamplona, pero se han hecho fáciles. Y la alegría de
verme con mis hermanos y sobrinos lo ha compensado con creces.
No hay comentarios:
Publicar un comentario