Aunque los días cortos de esta
época del año no te dejan mucho espacio para salirte de la rutina balnearia,
algo de turismo hemos podido hacer. Esta zona navarra es muy interesante. En el
cruce de Navarra, la Rioja y Aragón ha estado históricamente en la onda de
muchas guerras de conquista, cuando los unos querían quitársela a los otros. Se
nota mucho en la cantidad de castillos y fortalezas defensivas que presiden y
vigilan desde arriba los pueblos, en el hecho de ver los pueblos siempre
situados en laderas de montes (debe ser un sin vivir tener que estar subiendo y
bajando cuestas toda la vida), la elección de los valles como lugares mas
seguros que las grandes llanuras que se dedican al cultivo, etc.
Pues en los raticos que nos han ido
quedando libre hemos hecho visitas interesantes. La primera fue a CORNAGO, un
pueblo ahora pequeño, pero que en su momento debió tener su importancia si
tomamos en consideración el enorme castillo que lo preside vinculado a la
familia Luna que estudiábamos en las clases de Historia. La imagen del pueblo situado en la ladera del
monte es preciosa. Una fotografía necesaria cuando recorres la zona. Como
fuimos allá de novatos entramos en el pueblo y tuvimos que dejar el coche en el
primer hueco que vimos porque todo hacía pensar que por aquellas calles no
podríamos avanzar.
Así que subimos caminando hasta el castillo. Un via crucis
para mí que tenía que parar cada poco porque me ahogaba con tanta cuesta. Y
allí, al final de la cuesta infinita estaba el castillo al que llegué jurando
de mala manera porque justo en la puerta me encontré varios coches que habían
subido hasta allí. Pero bueno, una vez en la cima nos encantó: el castillo, la
fortaleza, la iglesia, la vista del pueblo y de los alrededores que desde allí
se disfrutaba. Fantástico.
Otro día aprovechamos que venían a
pasar el fin de semana en el balneario nuestros amigos Juan Manuel y Celia para
encontrarnos en TARAZONA, otro de los lugares mañicos que no se pueden dejar de
ver. Una ciudad fantástica ésta, con sus cruces de culturas, con su judería,
con una catedral extraordinaria e iglesias preciosas, con la fachada del
ayuntamiento exquisita, con esa vieja plaza de toros tan original… Nos encantó. Y
debe pasar lo mismo a mucha gente (lo de encantarles) porque en las horas que
estuvimos nos hemos cruzado con no menos de una docena de grupos de escolares
de secundaria que iban de unos monumentos a otros con sus profesores. En lo
gastronómico, dudamos si comer de corrido o disfrutar en serio de los manjares
propios de la zona.
En este tipo de dilemas, casi siempre nos gana la buena
cocina. Y eso hicimos. Nos castigamos con el menú degustación de Casa Ullate.
Todo basado en verduras de la zona. Una exquisitez tras otra. En fin, una
excursión estupenda. Una visita imprescindible para quienes no conozcan esta
ciudad.
También sacamos un par de horas
para visitas CERVERA del Río Alhama. Un extraño pueblico riojano que se va
quedando en nada pero que sigue no vaya a ser manteniendo ese escalofriante
peñón volcado sobre la ciudad y amenazando con caerse en cualquier momento. Un risco lleno de grutas, algunas ya a la vista por el deterioro del risco.
Es
una imagen que mezcla lo bello con asustador. Incluso, cuando caminas por el
pueblo no puedes evitar mirar de reojo al cerro , no vaya a ser que te caiga
encima un pedrolo enorme. Por lo demás, el pueblo poco tiene. Uno delos vecinos
nos comentaba que la gente se estaba yendo del pueblo y eso, insistía
enfáticamente, y eso que hemos hecho una piscina. Lo que sí nos dijeron es que,
igual que acontece en Tarazona y en otros pueblicos de la zona, en el verano su
población puede multiplicarse por 3 o 4. Así que los pueblos recuperan un poco
su pulso y vitalidad en el verano. Durante el resto del año, simplemente
vegetan.
Y luego, por supuesto, el propio
FITERO. Un pueblo nacido en torno a un monasterio cisterciense (el primero en
España) que se asentó en esta vega fértil (los monjes no eran tontos) y dio
vida a una población que, a lo que se ve, llegó a tener su importancia, hoy
venida a menos. Pero ahí están esa hermosa catedral y el claustro, el
ayuntamiento, el teatro y las numerosas casas nobles que se ven repartidas por
el pueblo. Hasta tiene su milagro (la zarza que se convirtió en barda sin
pinchos) y su virgen (la Virgen de la Barda, un nombre precioso).
En fin, no ha sido mucho lo que
hemos podido ver en estos días (las mañanas estaban comprometidas con los
baños, después comida y siesta y por la tarde, a las 6 se hacía ya noche y
luego, enseguida, venía la cena) pero ya nos llevamos una idea aproximada dela
zona. Por cierto, una zona de mucho aceite (eso no lo sabíamos: coincidió,
además que en esos días estaban vareando los olivos, con las redes puestas en
el suelo para recoger las olivas que iban cayendo, es decir, al modo antiguo) y
varios trujales en el recorrido. Y el paisaje medio montañoso pero con una
estética y unos colores muy originales. Nos ha gustado mucho.
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