Por supuesto, nuestro primer día
de mayores imsersistas ha comenzado bien y como Dios manda: levantarse
temprano, estar como clavos a las 8 de la mañana en el desayuno con los más
madrugadores (aquí son más flexibles: puedes desayunar desde las 8 a las 10) y
cumplir con nuestros deberes médicos. Baño, chorro lumbar, piscina.
Te desnudas, te pones tu bañador
y el gorro, te cubres con el albornoz y allí vas con espíritu animoso “a lo que
sea que tengas que hacer”. Los pasillos del hotel son un constante deambular de
gente con su albornoz. Solo que en esta ocasión no ves tíos cachas o tías
espectaculares. La perspectiva es más cotidiana, tipo hospital. Pero allá
vamos, cada uno con su historia y sus capacidades, pero siempre animosos.
Mi primer baño ha estado bien. Yo
llegué al lugar, entregué mi hojita (donde figuraba mi nombre, la hora y el
mandato médico) y el encargado de la sección (en blanco impoluto) me dio una
toalla y me metió enseguida a uno de los cubículos. No tuve oportunidad de
preguntarle nada. Me encontré con una poza individual llena de agua a 37 grados
y a la que daban dos chorros enormes de agua: una fría y otra caliente. La tarea
es ponerse bajo ellos para que te relajen los hombros. Como no sabía nada del
procedimiento allá fui decidido. La primera dificultad fue que como el agua
fría venía separada dela caliente, una te caía en un hombro y te abrasaba y
otra te caía en el otro hombro y te lo congelaba. Aunque al principio te quedas
perplejo y sin saber muy bien qué hacer pronto le coges el tranquillo y
comienzas un movimiento rítmico rotando de cuerpo entero (la espalda) entre el
calor y el frío. Te sientes como un “coulant” a base de helado frío y chocolate
caliente. Y al final está guay.
La segunda experiencia es menos
trabajosa. “Chorro lumbar” que significa que te ponen un chorro horizontal de
unos 30 cms. (o sea, más que chorro, cararata) que sale muy fuerte y caliente. Delante hay una silla en la que has de
sentarse dándole la espalda al chorro que, como su nombre indica te masajeará
la zona lumbar. Coo tampoco me explicaron nada, eso fue lo que hice yo,
sentarme y dejar pacientemente que el agua golpeara contra mi cintura. Y así
hasta que el encargado abre la puerta y te dice que “se acabó”. Luego me fijé
que en cada puerta de los cubículos tienen un reloj de arena. Cuando entras le
dan la vuelta para que comience a descender la arenilla. Supongo que cuando ven
que ya se completó el proceso (10 minutos), te avisan para que salgas.
Nuestra tercera tarea es la
piscina general, que no es para nadar sino para ir recorriendo su perímetro, a
lo largo del cual te vas encontrando bajo el agua salidas de chorros a presión
a diversas alturas de forma que te van masajeando diversas partes del cuerpo.
Es un ejercicio muy agradable. Los chorros salen fuerte y se aplican tanto a
las plantas de los pies (chorros que salen del suelo) como a las piernas, los
glúteos, la columna, la espalda y, si le encuentras gusto, también la parte
delantera del cuerpo, del cuello a los genitales. Lo gracioso de la piscina es
que en ella entran muchas personas (grupos de 15-20) y como tienes que ir en
fila siempre vas al rebufo de quien va más lento, porque hasta que quien va por
delante de ti no avance hacia la siguiente posición tú no puedes ir a la que
ocupa él. Pero mal que bien, las filas van avanzando y terminas el circuito en
los 20 minutos que nos ofrecen para recorrerlo. Por ahora, éste es el mejor
ejercicio de los tres que nos han mandado.
Por lo demás, la comida y la cena han mantenido su
nivel de comida rica y excesiva. Hemos dado nuestra primera vueltica por los
alrededores. Estamos, justamente, en la frontera entre Navarra y la Rioja:
sales de la puerta del hotel y a 15 metros para un río que es la frontera entre
las dos comunidades. Así que primer día superado. Digamos que bien.
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