lunes, mayo 02, 2016

Un año de silencio.




Parece mentira. Va a hacer un año que no escribo nada en el blog. ¡Con la cantidad de cosas que han pasado en este tiempo! 
Empezando por la más objetiva y menos discutible, han pasado casi doce meses. ¡Una barbaridad de días, horas y acontecimientos! Mirando hacia atrás, lo que ves es un amontonamiento de cosas difíciles de identificar retrospectivamente. Por algo dicen las neurociencias que una de las tareas más importantes que desarrolla nuestro cerebro es la del olvido, la limpieza progresiva de recuerdos parciales. El mío en eso del borrado funciona excelentemente. Por no recordar, ya ni me acordaba de mis contraseñas para entrar en el blog o de cómo se hace para publicar un nuevo post. Menos mal que siempre me apoyo en mis libreticas del Alzheimer y ellas sí que no borran las anotaciones.

En fin, no sé si esta vez conseguiré tener ese puntito de constancia que te permite ir relatando las cosas significativas que vas viviendo. Es verdad que escribir consume tiempo, un tiempo que necesitas para otras cosas, para otras escrituras obligadas. Pero pese a esa inversión, lo que te da el escribir es tan importante que se echa de menos. Me da la impresión (al menos en mi experiencia) de que el no escribir acaba convirtiendo tu existencia (ese día a día del que no tienes cómo zafarte) en algo anodino, gris, horizontal y sin matices. Es cierto que cuando vives momentos muy significativos tienes más ganas de contarlos, pero también lo es que cuando no los cuentas incluso esos momentos en sí mismos importantes acaban perdiendo significado y, al cabo de unos pocos días, se convierten en eventos normales, olvidables.

Pues en esas estamos. Los próximos días dirán hasta qué punto este reencuentro con el blog supone el inicio de un nuevo idilio (solo él y yo sabemos lo importante que fue nuestra relación en otros tiempos) o se quedó en un encuentro casual. Bien sabe Dios, cuánto me gustaría que fuera lo primero.

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