
La cosa es que estaba viendo una película
italiana bastante insulsa, NINA, (ya sería la tercera de este viaje) y me han
entrado ganas de escribir. Hace días que no cuento nada en el blog y eso que
han sido días llenos de emociones (una de ellas este viaje) y se me va llenando
el depósito emotivo lo que no augura nada bueno. Al final, esa tensión estalla
a través de la depresión o las lágrimas. Una lata.
Salir de casa suele tener estas
cosas. Por un lado lo deseas ardientemente porque es movilizarte, visitar otros
países, volver a encontrarte con colegas de todas las partes del mundo, estar
en el candelero, sentir que te llaman, que valoran tus ideas, que te aplauden.
La vida cotidiana no tiene esas cosas, allí eres uno más y cada vez más
invisible. Salir es como una fiesta narcisista que engrasa las piezas de los
mecanismos interiores. La gente de universidad lo necesitamos mucho. Sacamos
fuerzas de este ir y venir. Los aeropuertos acaban formando parte de las
coreografías profesionales.

Claro que a su esfuerzo económico
y de anfitriones no le va a la zaga nuestro propio esfuerzo personal. Tienes
que cambiar de horario, de ritmo de vida, de comidas. Pierdes muchos días, a
veces, para una conferencia en un congreso. Eso sí me parece un despilfarro. En
mi caso, este viaje tiene, además, la emoción añadida de ser mi primera salida
seria tras el síncope cardíaco. Así que voy un poco asustado y vigilando cada
sensación que se produce en el pecho. La verdad es que hasta ahora todo ha sido
muy tranquilo, pero no es fácil
despreocuparse. Es mi prueba de fuego. Espero no tener que poner en marcha el
Reveal y que todo vaya bien por ahí adentro.
….
Pues el viaje, lo que fue el
vuelo, salió bien. En hora. Pero como no hay alegría completa, luego tardamos
una hora y media en pasar la policía de inmigración. Esta fase de los viajes se está convirtiendo
cada vez más en una pesadilla. Parece mentira que no se cuide más ese aspecto.
Unas colas infinitas de pasajeros exhaustos del viaje y que ven que las colas
no avanzan, que hay muy pocos puestos de policía funcionando, que van
lentísimos. Un calvario.
Llovía en Sao Paulo. Esa lluvia
tropical intensa que lo inunda todo. Nuevas colas en las autopistas de entrada
en la ciudad. Otra hora y media de coche. Entre la lluvia, el caos de tráfico,
los inmensos atascos, un camión accidentado el periplo del taxi se hizo eterno.
Así que la llegada al hotel después de tanta peripecia, me pareció un milagro.
Pero ya estoy aquí.

Bienvenido a Sao Paulo.
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