Incluso en sábado sabe bien el
cine. A mí no me importaría repetir en sábado y domingo, pero mi santa insiste
en que con una le es suficiente y yo no protesto porque también he de pensar en
el fútbol y reservarle su espacio de finde (aunque, últimamente, el Osasuna
solo me da disgustos y mis arritmias se resienten; casi que voy a preferir
doble cine).
Pues eso, esta semana le tocó el
turno a Tesis sobre un homicidio,
película argentina del 2013 dirigida por Goldfrid (de quien no tengo
referencias). La hemos elegido porque ya lleva algún tiempo en pantalla, no vaya
a ser que la retiren o la pongan en esas horas poco adecuadas para nosotros.
Además, que la protagonice Darin ya es una garantía y que sea argentina media
garantía más. Que la historia trate de un profesor de Derecho metido a
detective le da cierto morbo. Que esté basada en una novela del mismo título
cuyo autor Diego
Paszkowski ganó un premio por ella en
1998, también habla bien de la historia que quieres ver en imágenes. Que
no haya en cartelera ninguna otra cosa irresistible, le otorga el plus de la
oportunidad. Entre todo ya son muchos puntos, así que, ¿por qué no?
Estuvo bien, por decirlo en pocas
palabras. Una película a medias policíaca, a medias de suspense. Un guion
magnífico, muy bien ajustado a la tensión propia de cada momento de la
historia. El tema también permite entrar en disquisiciones sobre lo legal y lo
justo; sobre el papel del derecho y de la justicia en la sociedad; sobre el
valor de la inteligencia; sobre la inteligencia de los asesinos; sobre el valor
de las evidencias y de los pequeños detalles; sobre muchas cosas de ese tipo
que permiten entrar en razonamientos de hondo calado (y, también, en tiquismiquis
lingüísticos).
Darin es un profesor de Derecho
con una gran presencia. Narcisista (le gusta mucho escucharse), simpático,
erudito. Listo (aunque es probable que él se crea más listo de lo que realmente
es). Con ese toque displicente de quien juzga con facilidad a los demás y los clasifica
adscribiéndolos a categorías no siempre
amables. Imparte un máster de renombre al que acuden los buenos alumnos de
diferentes partes del país. Entre ellos, el hijo de un antiguo amigo y colega (Alberto
Ammann, conocido en España por su Goya en Celda 211) que viene recomendado por su padre y que, según
cuenta, lo ha admirado (al Darin penalista) desde niño.
La historia es (o aparenta ser)
el particular combate intelectual entre ambos. El alumno recomendado y medio
ahijado le desafía sin decirlo y así se va tejiendo toda una maraña de
sospechas y búsqueda de pruebas tipo Sherlock Holmes (aunque en malo: es una
pena ver cómo el profe hace de detective, la forma de seguir a su sospechoso
justo detrás de él o entrar en su casa sin la mínima malicia ni medidas de
seguridad). Ya decía que el guión está muy bien construido, con un fuerte toque
intelectual. Y la trama da muchos giros,
así que te mantiene en vilo durante los más de 100 minutos que dura. El final
pretende sorprender y, la verdad, consigue dejarte perplejo y sin saber cómo
cerrar la historia.
No es como para echar cohetes,
pero se trata de una película aceptable. Me encantaron los interiores en los
que fueron grabadas muchas de las escenas: esas hermosas bibliotecas con libros
de jurisprudencia. Me pareció un poco chapucero el máster del que tan orgullosos
estaban los protagonistas: 8 clases, 2000 páginas obligatoria y un trabajo. Está bien lo de
la lectura y lo del trabajo, pero 8 clases me parece muy poco. Supongo que
tendrían otras materias. Pero Darín da mucho el tipo de un buen profesor con su
barbita blanca, su tono de suficiencia, su dejarse querer y masajear el ego por
los estudiantes. Como detective es más chapucero pero, haga lo que haga, él
siempre está bien. En cualquier caso hay que reconocer que lo hizo mejor en el “secreto de
tus ojos”.
Y, al final, ya digo, uno sale
del cine sin saber a quién atribuir el muerto (la muerta, en este caso).
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