domingo, abril 27, 2025

EL ÚLTIMO SUSPIRO

 

Hermosa película de Costa-Gavras. He de confesar que no sabía de qué iba. Habíamos decidido ir a verla mientras saboreábamos el vermut dominical en una terraza, pensando más en el director que en la posible temática. Y fue un acierto, aunque nuestro amigo confesó al salir que él, de haberlo sabido, no hubiera ido.

Película francesa de 2024 dirigida por el experimentado director griego-francés Costa-Gravas. Nacido en 1933, cumplió en el 2024 los 91 años, pero sigue en plena forma y mantiene esa capacidad de abordar temas complejos, en este caso el de la muerte, de forma simple y realista. Toma la historia del libro de Règis Debray y Claude Grange: Le dernier souffle: Accompagner la fin de vie,  que ya deja claro el contenido del film. De hecho, incorpora a la película el mismo esquema del libro: los diálogos entre un filósofo (Debray) y un médico especialista en cuidados paliativos (Grange).

La película está protagonizada por dos excelentes actores: Denis Podalydes (el filósofo escritor) y Kad Merad (el médico) que mantienen el argumento y dan continuidad a una historia construida en base a pequeñas historias. Y, aunque solo sea para adornar el  trabajo y hacerlo más nostálgico, cuenta con  la colaboración esporádica de Charlotte Rampling y Ángela Molina. Todos están dignos en su  trabajo y cada una de las historias que se nos cuentan logra el suficiente realismo y dignidad que el director desea transmitir.

Música y fotografía pasan desapercibidas porque uno está tan pendiente de las imágenes que se olvida de los aspectos técnicos.

La historia que Costa-Gavras nos cuenta es sencilla y está perfectamente descrita en el libro que le sirve de guión: cómo acompañar el final de la vida. Con la edad que tenemos es una temática que la tienes siempre ahí, como una espada de Damocles. La hemos vivido ya con nuestros padres, con hermanos y amigos. Y, en cualquier caso, sabemos que la tenemos ahí como algo que llegará, esperemos que sin demasiada prisa.

Morirse es un proceso largo y, en ocasiones, penoso. Como cardiópata me queda la esperanza que lo mío sea algo rápido e inesperado, pero quién sabe. Aprendí con mis padres que morirse no es un momento, es todo un proceso que se alarga y alarga. Comienzas por males leves y simples que se van complicando, entras en una montaña rusa de mejorías y agravamientos (lo hemos visto en el Papa Francisco estos días), de entradas y salidas del hospital solo para constatar que el final se va acercando. No es fácil recorrer ese sendero.  No lo es para el enfermo, ni lo es para sus familiares. 

 La película cuenta diferentes historias de cómo se produce ese proceso. Historias que representan diversas formas de afrontamiento de la muerte. Algunos enfermos se resisten a aceptar su situación; en otros casos, son los familiares los que se niegan a asumir la despedida y buscan respuestas milagrosas o complejas intervenciones médicas que rayan el ensañamiento. Para un médico supone un salto importante en su función: su tarea ya no es curar sino cuidar y evitar el sufrimiento.

Es muy interesante la estructura narrativa de la película concebida como un diálogo entre un filósofo y un médico de cuidados paliativos. Y para que el filósofo no se vaya por las ramas, lo presenta como afectado él mismo de una dolencia indefinida (una mancha en el pulmón que podría ser maligna). Así que el pobre no se puede permitir el lujo de elucubrar sobre la muerte o el destino, la muerte la tiene dentro de sí y su mirada se tiñe de hipocondría.

Al final, sales del cine tranquilo y sereno. El drama de la muerte está tratado con notable sensibilidad (y con algunos guiños ideológicos con respecto a la eutanasia), así como con un gran respeto por los pacientes. Con toda seguridad, el último trecho de nuestra vida es menos tranquilo de lo que la película describe, es más tortuoso y doliente. Pero eso no es para llevarlo a una película. Y sí, por el contrario, el tranquilizador trabajo del médico, ese estilo tan humano de acompañar la despedida. Lo recuerdo con emoción en el caso de mi madre. También a ella la visitaban, ya en casa, los médicos de cuidados paliativos y ella llegó a quererlos tanto, a confiar tanto en ellos que emocionaba, hasta producir casi celos. Las conversaciones que tenían, la forma en que ellos entendían lo que ella les contaba, su paciencia, su cariño, su proximidad nos tenían alucinados. Y eso hizo que ella muriera tranquila, sin miedos.

En fin, una película muy honesta y didáctica. Merece la pena verla y hablar después de lo que cada uno ha sentido al verla.

 

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