Después de varios desencuentros a la hora de fijar fechas que se adecuaran a nuestras necesidades, el IMSERSO nos comunicó que nos habían concedido plaza en el turno del 10 al 19 de Abril en Liérganes. A freír buñuelos todos los planes para la semana santa. Pero era una gran noticia y allá nos fuimos junto a Juan Manuel y Celia que acababan de llegar de su paseo por Perú.
Los balnearios tienen sus rutinas: llegas, te toman los datos en recepción y te dan la habitación, pasas por el médico y te indican los turnos de comidas y baños. Esa es la tarea del primer día. Como ya nos sabemos el cuento, nosotros preferimos llegar a cerca del lugar el día anterior para iniciar temprano el proceso y poder elegir el turno de comidas y, a poder ser (esta vez no pudimos), también el de los baños. Como Ya hemos aprendido aquello que decían los romanos: tarde venientibus ossa (a los que llegan tarde les quedan solo los huesos).
Irse de balneario es iniciar unas vacaciones basadas en el agua, el relax y la tranquilidad. No es fácil acomodarse a ese plan. Los baños duran poco (como mucho una hora) y te queda todo el resto del día por organizar. Muchos tenemos la tendencia de seguir con las inercias propias del estrés habitual y acumulamos actividades (viajes, caminatas, juegos, etc.). Otros se lo toman de forma más relajada y simplemente se dejan llevar. Oí a una señora que decía que ella tomaría el baño (si no era muy caliente) y después se volvería a la cama. Una crack de la mentalidad balneario.
Lo nuestro está mucho más pervertido. Los baños se convierten en una excusa para pasar unos días juntos y conocer la región donde el balneario está enclavado. En esta ocasión, Cantabria. Todos habíamos estado ya en Cantabria en muchas ocasiones, pero nunca con esa posibilidad de poder ir recorriendo durante 10 días sus hermosos valles y villas. De hecho, ya hemos decidido que, cuando escogemos balneario, hemos de pensar más en la zona donde está que en el propio balneario.
Y dicho todo eso, lo que cabe señalar como resumen general es que Liérganes es un pueblo precioso y que las zonas que hemos ido recorriendo de Cantabria (Santander, Somo, Ajo, Noja, Santoña, Laredo, Selaya, Liendo, Carmona, Cabezón de la Sal, Valdecilla, Solares, Valvaluz, Peña Cabarga, Potes, Sto. Toribio de Liébana) son preciosos y ha sido un placer poder disfrutar de ellos. Bien se ve que lo nuestro ha sido un auténtico trajín, pero lo hemos llevado bien, con tranquilidad y sin romper el tono de tranquilidad y relax con que salíamos de los chorros matutinos.
El primer gran descubrimiento fue el propio Liérganes (uno de los “pueblos bonitos” de España) que nos pareció un lugar excepcional, con unas casonas impresionantes, con ese toque particular que supone la combinación de piedra y madera; con una reconstrucción de los edificios hecha con mimo; con una limpieza fantástica. Todo se fue un poco al traste cuando llegó el jueves santo y aquello se llenó de gente. Literalmente ya no se cabía en el pueblo y resultaba inútil cualquier intento de buscar mesa en una terraza. Ese mismo estilo de construcciones lo hemos encontrado en los otros lugares que hemos visitado (Carmona, Potes, Liendo…).
Excepcional nos pareció, también, el bosque de secuoyas de Cabezón de la Sal. La majestuosidad de las secuoyas, su altura, su rectitud, el paisaje que generan como conjunto hace que te sientas como en una catedral gótica y no puedas dejar de seguir su estela y mirar hacia el cielo. Fue una experiencia muy especial. Veníamos de Carmona, otro lugar muy especial, perdido en la mitad del hermoso valle de Cabuérniga, pero que contiene unas casas muy bien reconstruidas y que dotan al ambiente de un tono tan especial que hace que merezca la pena llegar hasta allí pese a su lejanía. Algo parecido se puede decir de Liendo, a donde nos llegamos para compartir el día con unos amigos de Juan Manuel y Celia. Es un pueblo precioso con casas espectaculares. Muy especial nos pareció Potes, que ya conocíamos de viajes anteriores a Fuente Dé con los niños, pero que visto ahora nos pareció espectacular y, sobre todo, muy sobrecargado de gente. Todo son restaurantes u hoteles. Era viernes santo y resultaba difícil moverse entre tanto turista. Pero el pueblo, su estructura, sus casas sigue siendo precioso.
Inauguramos el viaje en Santander ciudad, una ciudad que ya conocíamos de muchos viajes anteriores y de la que es fácil enamorarse por su belleza, por esa combinación feliz entre mar y montaña, entre playas y acantilados. Y esa sensación de belleza aún subió de nivel cuando el jueves santo subimos a la Peña Cabarga. No recuerdo haber disfrutado nunca de una vista tan espectacular como la que ofrece ese mirador de 360º donde mires en la dirección que mires (el mar, la ciudad, los paisajes verdes, las montañas salvajes y nevadas de Picos de Europa) es fascinante. Tuvimos mucha suerte, porque fue una mañana sin ninguna niebla y la visión era nítida y soleada.
Y mención especial merece la comida. En el balneario se comía decentemente, pero claro, a nivel de balneario. Lo bueno lo tuvimos que buscar fuera. Cantabria tiene una comida excelente que no te cansas de saborear. Yo iba con ganas de degustar la carne de vaca Tudanca y la pudimos tomar en su propio territorio, en Carmona. El chuletón, que nos llegó para comer los 4, estaba exquisito. Por supuesto, también pudimos saborear la frisona en Sto. Toribio de Liébana y estuvo igualmente excelente. Ni qué decir tiene que tampoco faltaron las anchoas, las rabas, las delicias de merluza, ni las alubias caricos o el arroz con carabineros (que estaban de temporada en el Maremondo de el Sardinero).
Y para no acabar así, con cosas que poco tienen que ver con el balneario, digamos algo de los baños. En esto, cada balneario tiene su singularidad. En Liérganes nos dijeron que el agua, además de facilitar la respiración, era muy buena para la piel y las articulaciones. Así que nos recomendaron no ducharnos tras los baños, dejar que la piel fuera absorbiendo los minerales del agua para que hicieran su efecto. Y la verdad es que hemos vuelto con una piel finísima y brillante. A saber si sus propiedades llegaron también a los huesos. De todas formas, lo interesante de los baños son los chorros de las piscinas. No estuvo mal Liérganes en este sentido. El plan de baños consiste en que vas pasando por diversas actividades que varían. La respiración se trabaja en algo se llaman “niebla” (respirar vapor intenso de agua), aerosoles e inhalaciones (respirar directamente el agua vaporizada que te dirigen a la nariz o la cara). Los chorros están ubicados en diferentes piscinas por las cuales vas rotando, bien libremente, bien de forma dirigida y guiada (aqua-gin). Hay chorros fuertes y genéricos y chorros más suaves y dirigidos a partes concretas del cuerpo (la espalda, la cintura, las pantorrillas, los tobillos, las plantas de los pies, etc.). Este balneario tenía momentos en que combinaba el agua caliente con la fría. Y como postre de los últimos días incluyeron una trilogía fantástica: sauna, jacuzzi y litera de piedra caliente. La guinda perfecta a los 9 días de baños y paseos.
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