
La película es del año pasado, 2011,
aunque en España lleva estrenada sólo unas semanas. Dirigida por Jean-Marc
Vallée, que es también autor del guión, nos cuenta una historia compleja. En
realidad dos historias superpuestas que te llevan por vericuetos complicados a
través de la trama, mitad real mitad onírica. Supongo que gustará poco a los
amantes de las historias lineales y sencillas, pero dejará contentos a los que
buscan en el cine un cierto desafío intelectual.
Yo prefiero las historias
sencillas, pero esta película me ha gustado porque en el fondo es un canto al
amor, al enamoramiento, a las contradicciones a las que esos sentimientos
primarios nos pueden arrastrar. Ser puede ser feliz y desgraciado a la vez; se
puede amar y al final destruir la pareja, se puede amar tanto la vida y estar
dispuesta a darla enteramente a favor de alguien y convertir esa desmesura en
algo trágico. Es la vida misma, aunque vivida con exceso.
La historia introduce
ingredientes peligrosos. Comencé a ponerme nervioso cuando casi al inicio, mientras
el protagonista (Kevin Parent) sale de viaje se cruza en el aeropuerto con un
grupo de jóvenes con síndrome de Down que salen en aquel momento. Uff!, pensé
sin saber a qué venía a cuento aquel despliegue, pero luego resultó que era el punto de inicio de las dos historias.
En una de ellas comienzas viendo
una familia feliz, así, sin matices. “Lo tenían todo”, te explica el guión pera
que no pierdas detalle: están muy enamorados los padres, tienen dos hijas
preciosas, viven los abuelos, tienen una casa con piscina, un trabajo que
les gusta. Un full. Él era Disk Jockey famoso y viajaba bastante a fiestas y
espectáculos. Esa vida feliz no tenía por qué cambiar pero lo hizo. Quizás
porque él bebía. La cosa es que conoció a otra chica y, aunque civilizadamente,
se separó de su esposa e inició otra nueva historia intensa y llena de amor y
sexo.
La otra historia paralela es un
poco más compleja. Una pareja tiene un hijo que nace con el síndrome de Down.
El marido desea deshacerse de él pero la madre no quiere ni oír hablar de ello
y es ella la que se deshace del marido y se dedica en cuerpo y alma a sacar
adelante su hijo. Es una entrega total que la llevará a luchar con él y por él
en todas las esferas de la vida. Una auténtica militante de la integración de
estos niños en la vida normal. Eso le cuesta no pocas peleas con personas e
instituciones menos convencidas pero lo va consiguiendo. Muy interesante su
discusión con la directora de la escuela pública cuando ésta le sugiere que su
hijo estaría mejor en un centro especializado. Un alegato a favor de las
escuelas inclusivas que bien se hubiera merecido un aplauso de la sala. Y en
esto, su hijo descubre a otra niña, también con síndrome de Down, de la que se
enamora y con la que se obsesiona. Ambos entran en un estado de trance de
simbiosis mutua y no quieren separarse ni un segundo. La situación que
inicialmente resulta graciosa se va convirtiendo en patética. Los niños se
descontrolan y el apego entre ambos comienza a preocupar tanto a la escuela
como a sus padres. Deciden separarlos pero eso les llena de angustia a los
pequeños que se sumen en un estado melancólico y de conductas disruptivas. La
historia de amor y entrega de la madre empieza también a naufragar y ambos
madre e hijo comienzan a actuar descontroladamente como náufragos que se están
ahogando y que en su manoteo desesperado acaban destrozándose.
Llegados a este punto, las dos
historias (una pareja que inicia su historia feliz pero se separa y una madre que se entrega en cuerpo y alma a
que su hijo sobreviva en un mundo complicado para él) vuelven a encontrarse. De
una manera un tanto artificial pero efectiva. La ex esposa de la primera
historia acude a una medium y ella le explica que en realidad las dos historias
forman parte de su propia historia, aunque en vidas diferentes.
En fin, el final es espectacular
e imprevisible, así que no lo contaré. Pero, probablemente, es lo menos creíble
de toda la historia. Y lo menos aprovechable para quien, como es mi caso, hace
del cine una escuela de vida. Lo más interesante, sin duda son las historias de
amor. Hay muchas historias de amor en la película, todas con muchos vaivenes: entre las
parejas, de los padres con los hijos, de los abuelos con los padres y con los
hijos, de la ex esposa con la pareja actual. Todas son historias vivas,
intensas y variables. Con picos y valles profundos. Todas honestas, pese a
todo. Con momentos de ternura, de pasión y sexo excelentes que te sulibeyan;
con otros de tensión y conflicto que te dejan agarrotado. Pero una buena
película de amor tiene que ser así, ¿no? Sentí lástima por la madre del niño
Down. Era mucha cosa para poder llevarla sola. Incluso para ella.
No hay comentarios:
Publicar un comentario