¿Y qué hace usted estos días de
calor tan insoportable?, le preguntaron a un sevillano hace unos días en la
tele. Pues quedarme en casa pegaito al aire acondicionado, dijo él. Pamplona no
es Sevilla pero esta tarde hacía un calor parecido. Y me fui a la primera
sesión del cine. Aquí los paisanos debieron hacer como en Sevilla, quedarse en
casa. En el cine no había nadie a esa hora. Como sería que, para mi desesperación
y después de chuparme la calorina de esa hora, llegué casi 15 minutos tarde. La
chica de la taquilla me dijo que ya no podía pasar, pero luego vino el muchacho
que atiende las salas y dijo que sí, que como no había entrado nadie a esa sala
(ni a las otras por lo que pude ver) me la ponía para mí. Así que tuve una
sesión de cine particular. Toda la sala para mí solo y con horario
personalizado.
Y así fue como me metí en la
historia preciosa y original de “Pollo con ciruelas” (suena más chic en el
título original: Poulet
aux prunes). Es una peli francesa del 2011
dirigida por Marjane Satrapi y Vincent Paronnaud y protagonizada por Mathieu
Amalric, María de Medeiros, Isabella Rossellini (sólo en un par de secuencias)
y Golshifteh Farahni. Todos están magníficos. Y lo mismo se puede decir de la
fotografía y la música, sobre todo, la música. Por se trata de un asunto de
violines. Por algo fue premiada en el Festival de Venecia 2011.
Como no he visto el
trabajo anterior de Satrapi (Persépolis) me cogió de sorpresa el film y su
estructura. Muy original y atractivo eso de mezclar elementos cinematográficos
de diversa naturaleza como el comic y las acciones reales, la vida real y el
teatro de imaginación. Hay mucho juego técnico, mucha imaginación y fantasía a
lo largo de toda la historia.
Un violinista famoso,
a quien su mujer le ha roto su violín (porque lo atendía más que a su familia),
trata de buscar otro que lo substituya y como no lo encuentra decide que ya no
merece la pena vivir y decide dejarse morir, proyecto que logra consumar a los
8 días. Todo esto aparece en la película en los primeros 5 minutos, incluido el
entierro del tipo, así que enseguida te preguntas qué diablos te van a contar
en los ochenta y pico restantes. Y ahí es donde la historia adquiere otra
dimensión y los directores van reconstruyendo la historia del violinista
enlazándola con el desarrollo de esos 8 días de preparación a la muerte. Porque
el violinista, obviamente, no puede dejar de pensar en lo que fue su vida, en
sus amores, en sus temores (incluida la propia muerte), en el pasado, en el
futuro, en lo que quiso y no tuvo y en lo que tiene sin quererlo demasiado. En
fin, suelen decir que uno en los últimos instantes de su vida hace un recorrido
por lo que fue toda su existencia. Él tuvo 8 días, así que le dio tiempo a
pensar y divagar con abundancia.

Una historia de amor
en Teherán, dice el subtítulo. Y eso es, la historia de un amor perdido. Muy
bien contada. Toda una lección de cine.
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