martes, julio 22, 2008

La felicidad


Resulta que, al final la felicidad era eso.
¡Qué gracioso!, se pasa uno la vida buscando la felicidad en grandes proyectos, en ideas brillantes, en compromisos intensos y eternos y resulta que no. Es todo mucho más sencillo. Más casual. Troceas una lima (lima de limón no de limar), la mezclas con azucar y con hielo bien machacadito, los riegas generosamente de cachaza y los mezclas en la coctelera preferentemente a un ritmo caribeño. Y ya está. Luego a disfrutar de tu caipirinha. Y a repetir si la cosa promete. Así de sencillo
¡Santo cielo! Pero si estaba ahí mismo, en la carpa de la Alameda, a la vista de todo el mundo. Imperdonable.
Añade a eso la rueda cubana que estaban bailando (y provocándo para que nos uniéramos a la fiesta) un par de exhuberantes mozas. Y que, a la segunda caipirinha les llegó el turno a un grupo de mariachis con menos gracia pero también contagiosos (¿quién se puede negar con la segunda caipirinha a vociferar a coro el “volver volver”?).
Lo que más me fastidia de todo esto es que yo ya lo sabía. Ya he vivido antes estas sensaciones. Pero lo tenía ahí olvidado en un rincón, oculto por tantas capas de agobios trascendentes. ¿Cuándo aprenderé?

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