jueves, octubre 16, 2025

Y DE PRONTO…YA NO ESTÁS.

 



Dicen que en el espacio existen agujeros negros en cuyo seno se produce una gravedad tal que provoca la “curvatura del espacio-tiempo”. No veo ninguna forma de explicar mejor los desmayos o síncopes por los que he pasado esta semana. Tú estás bien y de pronto el tiempo y el espacio se te curva y ya no estás, hasta que apareces en el suelo extrañado de ese agujero negro por el que acabas de pasar y del que no tienes el más mínimo recuerdo.

No es la primera vez que me pasa. Ya pasó en el 2013 y entonces comenzó una etapa tortuosa de mi vida, pendiente de los cardiólogos, de las citas hospitalarias, de la medicación…el calvario habitual de los enfermos crónicos. 

Aquella primera experiencia que ya narré en otro post (Y TODO SE FUE AL CARAJO: domingo 24 de febrero de 2013) trajo como consecuencia una semana de hospital pasando por múltiples pruebas y, con ello, la apertura de una nueva etapa de mi vida como cardiópata. Nunca se ha sabido bien qué es lo que me pasa y en esa duda navegamos todo este tiempo.   

En Enero de este año volvió a suceder. Tras levantarme del sofá (esta vez después de cenar), salí al pasillo y ¡zas!, allí estaba el  agujero negro. Lo que yo sentí era la voz de mi mujer, que había oído el ruido de la caída, diciendo a gritos qué había pasado.  No ha pasado nada, le decía yo, no ha  pasado nada. Y en eso me di cuenta que estaba tirado en el suelo, y sin idea de cómo había caído. Mi tiempo pasaba de estar de pie en el  pasillo a verme tirado en él, sin nada entre medias. El tiempo curvo.

No le dimos importancia.  Al final yo  estaba perfectamente y nos fuimos a dormir sin más. Pensé que a los dos días tenía consulta en cardiología del hospital y allí se lo contaría. Pero esa consulta fue solamente para ponerme un Holter de 24 horas. Así que  no hubo nada que comentar. Unos días después, en la consulta con el cardiólogo, se lo conté y me echó una bronca enorme por no haber acudido inmediatamente al hospital. Eran malos días para las urgencias, doctor, le dije, estaban ustedes sobrepasados. No es excusa, me contestó. Un síncope es algo grave. Y  la consecuencia fue que mandó implantarme un holter fijo en el pecho, con el que aún voy.

 La cosa es que el domingo pasado ocurrió lo mismo. Mañana tranquila con misa y vermout. Comida, sienta y descafeinado en casa. Tras el café volví a sentarme en el sofá para leer el periódico y seguir de soslayo la peli de TVE. En esas estaba cuando  llamaron a la puerta (Amazón, que no descansa los domingos), me levanté a abrir y tras dar unos paso y llegar justo al pasillo, allá fui de nuevo. Otra vez gritos de mi mujer sobre qué había pasado y contestación mía de que nada, pero de nuevo me di cuenta de que estaba en el suelo y enseguida que me dolía la cabeza y la espalda. Y el teléfono de mi muñeca haciendo ruidos y preguntándome si me había caído y llamaba a una ambulancia. Me levanté, comprobé que sangraba por la cabeza (un golpe contra el dintel al caer) y que me dolía también la espalda.  Pero ni idea de qué había pasado, cómo había caído o cuánto tiempo estuve en el suelo:  el agujero negro. Esta vez sí, llamamos a un taxi y fuimos al hospital Y allí pasé la tarde del domingo.  Me atendieron enseguida, me tumbaron en la camilla y me aplicaron el protocolo:  monitor, sangre, pruebas (TAC de la cabeza, Radiografía del costado). Y mucho  tránsito  de  médicos y enfermeras: los de guardia y los de cardiología. Al final, las dudas de siempre, porque es difícil encontrar la causa. Y a las 11 de la noche, a casa.

Pero esta vez, las cosas se han complicado un poco más pues ayer (solo 5 días después del anterior), volvió a curvarse mi tiempo y a repetirse el  guión de siempre: aparecí de nuevo en el suelo sin saber cómo había llegado allí. Igual que las otras veces, habíamos comido, había hecho mi sienta, me había levantado a tomar mi descafeinado,  me había vuelto a sentar y después, al levantarme, sentí, esta vez sí que me venía uno de esos mareitos a los que estoy acostumbrado. Me apoyé en la silla que tenía delante y ahí desaparecí. Lo siguiente que sentí es que estaba sentado (despatarrado) en un puf que tenemos en la sala y con la silla volcada sobre mí. Colegí que me había caído hacia atrás con la buena suerte de que allí estaba el puf que me acogió amablemente. Esta vez ni mi mujer ni mi reloj se enteraron de la caída. Yo tampoco claro. Y  mejor así. Tampoco fuimos al hospital. Ya le voy cogiendo el tranquillo a esto de la curvatura del tiempo-espacio y lo que hice fue tomarme la tensión y asustarme un poco más.

Se lo conté a Michel y lo atribuye a una tensión baja. Efectivamente, la tensión que tenía al  caerme era de 62-96, muy baja para mí. Tensión que se repetía al acostarme (60-98) y hoy al levantarme (64-95). Así que yo que siempre fui hipertenso y me medicaron por ello, me cambié de bando y ahora milito entre los hipotensos. Espero que esto no sea una nueva vía de agua que se abre en mí ya maltrecho organismo. Cosas del tiempo curvo.

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