viernes, abril 04, 2025

SORDA

 

 

Superada la gripe y sus secuelas, estábamos ya listos para reiniciar nuestras rutinas culturales y cinematográficas. Y fuimos a ver SORDA. Habíamos escuchado buenos comentarios de ella. tanto en la radio como en el boca a boca de quienes ya la habían visto. Destacaban la sensibilidad de la obra y cómo lograba meterte en situación con respecto a los sonidos y al peculiar mundo de quienes no pueden escucharlos. En varias ocasiones tuve estudiantes sordos en mis aulas y pude vivir personalmente sus problemas y los míos para comunicarnos. Tengo que decir que la película no defraudó nuestras expectativas.

SORDA es una película española de este mismo año (2025).  Está dirigida por Eva Libertad (su primer largometraje), que es, también, la autora del guión. Está protagonizada Miriam Garlo (Ángela, la mujer sorda embarazada) que es hermana de la directora y sorda. Álvaro Cervantes interpreta a Héctor, su pareja) La película es una ampliación de un corto anterior (2021) que llevaba el mismo título y que ya fuera nominado a los Goya. También en su formato de film largo ha recibido ya premios en Berlín y Málaga.

SORDA nos cuenta la historia de una mujer sorda que queda embarazada y va a tener una niña. Obviamente, la pareja (pero sobre todo ella) vive un mar de dudas durante el embarazo (pensando si su niña sería oyente o sorda) y una vez nacida por la forma de comunicarse con la bebé. No es un escenario fácil y, desde luego, la historia te mete, quieras o no, en el agobio de ambos padres.

La historia tiene mucho de vida real pues lo que Eva Libertad nos está contando pertenece a la vida real que ella misma ha vivido con su hermana sorda que ahora, ya actriz, va a interpretarse a sí misma. Por eso sorprende el realismo y la naturalidad con que se desarrolla la historia. Ella no precisa fingir o hacer como si; ella es sorda y lo que está contando lo ha vivido. Si a ello se añade que es una gran actriz (en realidad, lleva el peso de la película), está todo explicado. También Álvaro Cervantes hace un papelón. Él oye y domina el lenguaje de signos, pero tampoco a él le resulta fácil y la vida en pareja que hasta la llegada de la niña era estupenda, empieza a complicarse y entra en una crisis inevitable.

En realidad, la película está construida en torno a esos dos ejes: las dificultades de una persona sorda para convivir en una sociedad de oyentes y las dificultades de convivencia en una pareja de sorda y oyente cuando llega su primer hijo. Ángela, la protagonista, tiene su trabajo, tiene su grupo de amigos sordos con los que se lleva muy bien, tiene su pareja con la que todo funciona bien porque él ha aprendido lenguaje de signos. Ángela vive muy bien, salvo cuando sale con los amigos de Héctor oyentes que hablan rápido y a la vez y no consigue participar en la conversación; tampoco lleva bien la parte médica del embarazo porque los médicos no la entienden y ella tampoco logra entenderlos. La escena del parto es de un dramatismo insoportable por la angustia de ella que no puede entender lo que le dicen y no puede contar con la ayuda de su esposo.

La llegada de la niña calma, inicialmente, el agobio sobre todo cuando les confirman que es oyente, pero abre una nueva brecha en el mundo de las sensaciones de Ángela: no puede oír a su hija (sus lloros, sus reclamos) y eso la deja un poco al margen de esa relación tan intensa que ellas (ambas) necesitan. La frustración que expresaba cada gesto de la madre era conmovedora. Es el padre el que se ve obligado a sustituirla. Y la relación entre ellos comienza a sufrir hasta que estalla. Hermosa, brillante y emocionante la discusión que mantienen entre ellos. Los dos con razón, los dos amándose plenamente, los dos heridos e hirientes. Hay discusiones que salvan a un matrimonio. Si la hubieran evitado, todo se habría complicado mucho más, con un final imprevisible.

 Todo se arregla al final, pero te queda la sensación pesada de las enormes dificultades que una persona sorda ha de afrontar. Para nadie es fácil mantener viva una relación de pareja satisfactoria, ni es fácil parir a una hija o un hijo, ni cuidarlo de bebé (ni después), pero para una madre sorda todo eso es todo un calvario.  Quizás si el sordo hubiera sido el padre, las cosas habrían evolucionado de otra manera (o quizás no), pero también sería muy complicado.

Una película hermosa también en su formato que convierte a los sonidos en protagonistas. Por un lado, dado que se va a hablar de sordera, presta una gran atención a los sonidos: los pájaros, el agua, la naturaleza. Y también pone sobre la mesa los sonidos turbulentos de la vida social: los ruidos de la cafetería, de las conversaciones en grupo, de los gritos. Nos hace sentir el dolor de los ruidos y sonidos altos cuando llevas audífonos. Y el baile de los sordos (una vez me tocó bailar con una colega sorda en un congreso; yo creí que sería difícil hacerlo, pero qué va, ella seguía perfectamente el ritmo de la música y fue una experiencia fantástica). También se corta el sonido en el film, para hacernos sentir cómo son las cosas y la vida cuando no hay sonido, cuando no puedes escuchar lo que pasa. Otra forma de meter a los espectadores en la historia que se nos cuenta.

A la salida comentamos entre amigos el film. Todos salíamos un poco agobiados, todos desearíamos haber sido más diligentes aprendiendo el lenguaje de signos (y más nosotros que pertenecemos al mundo de la educación). Todos emocionados con la historia que Eva Libertad nos había contado

 

miércoles, marzo 12, 2025

 AMAL


 Como cada marzo, desde hace 4 años, comienza en el Ateneo de Santiago nuestro ciclo de cine educativo CINEDUCA. Serán tres semanas intensas de cine y reflexiones sobre educación.  Este año el ciclo está organizado en torno a ltema de Cine-Educación y Ciudadanía. Un hermoso y complejo tema que resulta central para la educación de nuestra época y que forma parte de la razón de ser de una institución civil como es el  Ateneo de Santiago.

Y así, con Pepe Armas como  maestro de ceremonias, hemos comenzado el CINEDUCA 2025 con una película potente y dura, AMAL, película belga dirigida por Jaward Rhalib, que también es autor del guión,  junto a David Lambert y Chloé Leonil. El director, nacido en Marruecos en 1965, se formó en Comunicación en la Univ Católica de Lovaina y ejerció de periodista antes que dedicarse a hacer cine. En este campo, se ha especializado en documentales que ponen sobre el tapete filmográfico situaciones complejas a las que los árabes deben hacer frente, bien sea por razones religiosas (Los tiempos en que los árabes danzaban, 2018; Amal, 2023), o económicas (El Ejido, la ley de la ganancia, 2007). Tiene su mérito esta actitud de Jaward que tuvo que acudir con escolta al festival de Toronto  donde se presentó la película.

Está protagonizada por la actriz Lubna Azabal que se encarna plenamente en su personaje y desarrolla un trabajo fantástico y lleno de matices. Es tan real y expresivo su trabajo que te mete de lleno en la situación hasta casi hacerte olvidar que es una película: la vez sufrir, agobiarse, perder el control, sentir miedo y dolor físico. Le acompañan otros actores que funcionan, igualmente a buen nivel: Kenza Benbouchta, en el papel de Monia es, también, muy creíble en sus silencios, su rebeldía, su desamparo. Fabrizio Ronglone, como imán; Catherine Salée, como directora; Babetida Sadjo, como docente colega, Johan Heldenbergh como esposo.

Técnicamente, la película es correcta. La imagen es buena con el toce de proximidad y realismo que le otorga el haber sido filmada con la cámara moviéndose. El ambiente de la clase y pasillos del colegio le añade ese plus de espacio cerrado y luz de interior que incrementa la sensación de tensión tanto en las discusiones y peleas en el aula, como en las reuniones de profesores y padres. Da pocos  momentos de descanso con espacios más abiertos o apacibles. Apenas aparece la música y sí momentos de silencio pesado. 

 Es la historia de una profesora de literatura en el Instituto de un barrio de Bruselas habitado preferentemente por inmigrantes musulmanes. También la profesora es musulmana pero se ha alejado de las constricciones que el islam radical profesa y trata de abrir la  cabeza de sus estudiantes a una visión de la vida más amplia. El problema se recrudece cuando algunos compañeros de clase acusan a otra de ser lesbiana, algo que el islam no tolera. La profesora, que enseña literatura, trata de contraponer esa visión condenatoria de la diversidad trayendo a clase la obra de un poeta musulman del S.VIII que también era homosexual sin poder manifestarlo. Sus versos crean una gran conmoción tanto en la clase como en las familias de los estudiantes y se produce una escalada imparable del conflicto que es ideológico, cultural y educativo.

Desde esa perspectiva, lo que cuenta la película entra de lleno en la temática de nuestro ciclo: la ciudadanía. Lo que está en discusión en la clase son elementos centrales en lo que se refiere a la construcción de la ciudadanía y la convivencia entre las personas: el papel de la libertad y el respeto mutuo más allá de las creencias que se tengan.

La perspectiva educativa de la película nos sitúa ante el permanente problema de la gestión de las creencias en la educación de las personas. Las escuelas nacieron, en realidad, para eso: para generar consenso social e integrar a los sujetos en unas creencias y conocimientos compartidos.  Y la educación es, por naturaleza, un sistema organizado para influir en los sujetos y orientarlos en la dirección marcada por la sociedad a la que pertenecen. Lo interesante en la historia de la educación es que, en la mayor parte de las sociedades, esas creencias en torno a las cuales, las escuelas pretenden modelar a sus alumnos han ido variando hacia versiones más abiertas a la libertad individual y menos dogmáticas. Y ha sucedido, también, que al ir profesionalizándose la función docente y ganando en autonomía el profesorado, las escuelas han dejado de ser meros sistemas de transmisión de la cultura del medio, para generar una cultura más propia y articulada en torno a creencias que no siempre coinciden con las del entorno al que sirven. Y ahí surge el conflicto. Las escuelas nunca serán “oasis” libres de influencias del contexto (eso es una aporía, algo imposible), pero sí pueden llegar a ser espacios con autonomía (que nunca será mucha) para promover otras creencias y/o someter a crítica algunas de las creencias imperantes  en su entorno (la función “termostato”, lo denominaron Postman y Weingartner).

Esas creencias, sean políticas, culturales o religiosas, siempre están ahí.  Pueden ser unas u otras, de un color u otro, pero para las escuelas el  dilema será siempre el mismo:  aceptarlas sin discusión y acomodarse a ellas para evitar conflictos; o hacer uso de su escasa autonomía y someterlas a debate desde los parámetros de racionalidad de su propio proyecto educativo. Y no es un empeño fácil, ni exento de riesgos. Riesgos que aumentan, obviamente, cuando esas creencias (políticas o  religiosas) son dogmáticas, autoritarias e impositivas porque entonces, la escuela se convierte en una estructura revolucionaria y contracultural. Es por eso que las revoluciones gustan de eliminar a los profesores de la etapa anterior y poner los suyos.

Eso es lo que sucede en AMAL. No se ve que la escuela pretenda ser revolucionaria en su oposición a las creencias del entorno, pero sí asume ese riesgo una de sus profesoras. Su empeño es luchar contra el dogmatismo esclavizador que profesan ciertas visiones del islam al tratar de someter a control todas las facetas de la vida de las personas y a condenar, perseguir y hasta la agredir a quienes no las sigan. Ella no lo puede aceptar.

En este caso es el islam reaccionario, en otros serán las creencias políticas de regímenes autoritarios, o ciertas posiciones culturales dominantes, o grupos de presión que busquen imponer sus ideas. Al final, la escuela siempre va a estar en ese cruce de direcciones tratando de buscar su propia orientación sin perecer en ello. Una ciudadanía basada en la libertad de pensamiento y en el respeto al otro es la condición básica con la que la escuela ha de desarrollar su función educadora.

sábado, febrero 08, 2025

COMO HACERSE MILLONARIO ANTES DE QUE MUERA LA ABUELA

 


El crucigrama pedía “que destila dulzura y cariño esta fémina” (6 letras) y yo puse “abuela”. Me equivoqué, la palabra era “tierna”, pero da lo mismo. De eso va. Si hacen películas diferentes para chicos jóvenes, está bien que llegue a las carteleras alguna para abuelos. Y aunque hable de morirse la abuela, no podemos dejar de ir.

Incluir en el título a una abuela que muere genera sospechas de melodrama; mezclarlo con un adolescente suena a comedia. Al final la película sorprende porque mezcla ambas cosas, pero con una notable dignidad y en un contexto oriental lo que hace que todo resulte nuevo y exótico.

How to make millions before grandma dies es una película tailandesa, opera prima (antes solo había dirigido series de TV: Bad genius, Project S) de un joven Pat Boonnitipat (35 años), que también participa en el guión, junto a Thodsapon Thiptinnakorn.  Está protagonizada por artistas poco conocidos para nosotros: Putthipong Assaratanakul hace de joven adolescente y Usha Seamkhum que hace de abuela. Ambos llevan el peso principal de la película, pero todo el elenco participante hace un papel digno, con ese tono un poco cansino y repetitivo que el lenguaje y el estilo de vida oriental imponen.

La música me ha pasado desapercibida, se notaba su existencia pero con poco protagonismo, siempre como fondo suave que acompañaba la acción. No así la fotografía y el paisaje que constituyen un elemento clave para situarnos en un contexto oriental, en el contraste entre el nivel popular y restringido de la abuela y el de clase alta de su hermano, en esa cultura especial en el que las diosas, la oración y el culto a los antepasados juega un papel muy especial. Y me quedé pensando (y aún sigo en ello) qué quiso reflejar Pat con los trenes tan presentes a lo largo del film: la fugacidad de la vida, el movimiento en un mundo fundamentalmente quieto, un mero guiño estético que nos recordaran que estamos en una ciudad oriental, no sé…

La historia está muy bien pensada y lograda. No sé si tendrá algo de autobiográfica (el caso es que han elegido a un actor, Putthipong que se parece mucho al director Pat), pero sea así o no lo sea, el caso es que ha logrado hacer una metáfora de la vida (los valores y miserias de la existencia humana) a través de la relación con los mayores. El trato con los abuelos es como uno de esos reactivos que sirven para desagregar el elemento que se quiere analizar: nos ayuda a visibilizar aspectos que a simple vista no podríamos identificar. Y en ese estrecho espacio de relaciones con los abuelos esta todo: la salud y la enfermedad; el miedo y la esperanza; el presente y el pasado; la cercanía y la distancia; el cuerpo y el espíritu; la generosidad y la  avaricia; la presencia y la ausencia; el servir y el aprovecharse. Está todo y está en todos nosotros, incluidos los abuelos. No es que haya unos buenos y unos malos (así sería fácil diferenciar) es que todos esos sentimientos encontrados están en todos nosotros y hemos de lidiar con ellos. Algunas personas acaban deslizándose hacia un polo y otras hacia el otro. Y esa es la historia que Pat nos cuenta. Una historia universal y muy bien traída.

Eso nos lo muestra el film a través del adolescente que primero quiere aprovecharse de su abuela, que después puede observar como todos se van posicionando en relación a ella, que ve como, también la abuela, va variando en sus posiciones con respecto a quienes le rodean y que, al final, acaba descubriendo esa otra parcela de sí mismo más valiosa y empática. Toda una lección de vida.

Y como a nosotros nos toca ver ese proceso desde nuestra perspectiva de abuelos, la película te fuerza a pensar en nuestro propio entorno. Duele ver cuántas familias se rompen por culpa de las herencias, cuántos hijos llevan en su mochila la supuesta convicción de que sus padres (nosotros) los quisimos menos que a otros hermanos, cuántas cuentas pendientes entre hermanos llegados a su etapa final.

En fin, una película que parecía una carallada por el título, pero que resume (bueno…son dos horas largas) muy bien, a través de las relaciones con los abuelos, algunas ambivalencias profundas que la vida nos plantea.