jueves, abril 25, 2024

JUJUY Y SU QUEBRADA

 



Aunque con la cabeza llena de prejuicios por su situación económica, política y social (la prensa española se ensaña bastante con la Argentina de ahora), este nuevo viaje a ese país me ha regresado a la Argentina de siempre, ese país resiliente y animoso que siempre sigue adelante, tanto si los idus son propicios como si se tuercen.

Mi primera escala fue Jujuy, no sin que antes tuviera el primer tropezón con la Argentina gamberra y la compañía aérea suspendiera por la mañana, así por la cara y sin anestesia, su vuelo de Buenos Aires a Jujuy de la tarde (debía salir de Aeropareque ese domingo a las 16:30, y a los cachondos de Flybiondi no se les ocurrió mejor idea que trasladar el vuelo al jueves; así, del domingo al jueves, con dos cojones).  Esa fue la cara negra de las cosas porteñas; la cara blanca fue que inmediatamente se pusieron en Jujuy a neutralizar el desastre y enseguida me consiguieron un vuelo alternativo para dos horas después, pero desde Ezeiza. Al final, llegué a Jujuy y allí empezó el reencuentro con la parte buena de los viajes: los amigos, el cariño que percibes, la hospitalidad Premium que te ofrecen, la sensación de familiaridad con que te tratan.  Allí estaban Bettina y Ernesto y allí comenzó el reencuentro con la Argentina de siempre.

No conocía Jujuy, así que todo era novedoso para mí, desde el magnífico aeropuerto al que llegas, hasta la temperatura veraniega que me recibió; desde la cultura amigable que sientes en la forma de comportarse (Ernesto y Bettina, viendo que dos chicas debido al retraso de su avión había perdido el remise que las llevara a la ciudad, aunque no las conocían de nada, se ofrecieron a llevarlas ellos mismos y así lo hicieron), hasta el ambiente tranquilo que se respira en la ciudad. Dimos en coche, con las muchachas, un paseo por la ciudad de noche y las dejaron en su airbnb donde ya las estaban esperando. Me acompañaron al hotel y cenamos juntos.

Al día siguiente tuvimos diferentes encuentros con gente de la universidad y visité la plaza central y sus edificios significativos. Es impresionante el culto a la bandera en Argentina. Viven la bandera como la mejor expresión de su identidad, como su icono más venerado. Ya lo había visto en Rosario (el lugar donde primero si izó) y lo pude corroborar en el Salón de la Bandera del palacio de Gobierno de Jujuy, donde conservan como un tesoro la primera bandera. Un español como yo, acostumbrado a que aquí se minusvalore y vitupere la bandera patria, no deja de sorprenderse y añorar un poco de ese aprecio por los símbolos comunes. La tarde la ocupamos con mi primera conferencia y con eso llenamos el día y nos fuimos a cenar. Bifé de chorizo, por supuesto.

 Mi segundo día en Jujuy amaneció con una sorpresa: Bettina había programado una reunión con los políticos de la Comisión de Educación del Congreso de Jujuy (que funciona como una Comunidad Autónoma española, con su propio parlamento). La primera vez en mi vida que me pasa algo así; buena expresión de la exagerada estima con que me tratan los amigos argentinos. Pero fue un rato interesante. Cada uno de ellos fue hablando y yo contestando a lo que me planteaban. En lo que ellos y ellas iban diciendo, en los problemas educativos que iban destacando, se notaba su credo partidario, pero todos lo hicieron con mucha tranquilidad y sin entrar en controversia con lo que habían dicho los demás. Tengo que decir que me encantó. Probablemente les sirvió de poco lo que yo pude comentarles o contarles de nuestra experiencia, pero parecían satisfechos y agradecidos de que hubiéramos podido encontrarnos y charlar.

 Y tras ese coloquio nos fuimos a la montaña, la quebrada que le llaman ellos. Seguimos el curso del río grande (en esta época habría que decir “el cauce grande” porque, efectivamente lo era, aunque el agua que corría por él no pasaba de ser un chorrito) y nos fuimos alejando de la ciudad en dirección a Humauaca.. Previamente ya me había advertido que subiríamos hasta los tres mil metros, lo cual me asustó un poco porque mi corazón no está para muchos trotes, pero luego todo se me hizo muy normal. Y el viaje fue un auténtico disfrute de la naturaleza. Son paisajes hermosos en los que la naturaleza juega a disfrazarse, a adoptar formas imaginativas, a establecer contrastes entre las grandes moles montañosas y los sutiles detalles que el agua y el viento han ido perfilando en las rocas. Tanta naturaleza a ambos lados del camino, que acabas sintiéndote pequeñito, casi abrumado de la grandeza y la hermosura que te rodea.

Y luego están los pueblos por los que vas pasando Tumbaya, Purmamarca, Tilcara,  Humauaca. Tranquilos, serenos. Me contaron que, debido a la altura, el lema era “comer poquito, andar suavito y dormir solito”. Supongo que no le hacen mucho caso porque, aunque era un martes normal, los restaurantes estaban llenos, había turistas por todas partes (eso sí, ninguno con prisa) y, dada su edad, era poco probable lo del dormir solitos.

 No tengo palabras para describir esa excursión. Algunos momentos fueron espectaculares: el cerro de los 7 colores; la roca campana; los árboles algarroberos y sus sombras acogedoras (a todo esto, estábamos a 30 grados), los hotelitos pequeños y acogedores; el cauce inmenso del río; las subidas y bajadas del indicador de altura del coche (de los 1700 hasta los 3200 ms.). En fin, una excursión preciosa.

Estos días en Jujuy han significado un gran reencuentro con la Argentina de siempre, con amigos de esos que te llevan en palmitas y te atienden como si fueras de la familia. Como para guardar un gran recuerdo de Jujuy, de las personas y de la naturaleza.

 

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