Hace tiempo que no escribo sobre
cine, sobre las películas que vamos viendo. Y suelo quedarme con ganas.
Escribir tras ir al cine es querer asegurar las emociones (buenas o malas) que
la experiencia cinematográfica te produce. Es la forma de dotar de permanencia
a lo que has sentido en el cine. Si no lo haces, todo se queda en una amalgama
de emociones que pronto se pierden. Si lo escribes, aparte de que tú mismo
aclaras y das forma a esas emociones, es como si les añadieras una especie de
conservante, algo que les permite mantenerse en el tiempo. Y no digamos nada si
la película te provoca disonancias cognitivas o alude a situaciones que te
hacen pensar en ti mismo o en tu vida o en tus relaciones. Entonces, escribir
supone, además, reflexionar, hacerte preguntas. Por eso, me encanta cuando
vuelvo sobre cosas que he escrito sobre películas de las que ya recuerdo poco.
Volver sobre los textos es estupendo, recuperas no solo la memoria del film
sino las muchas sensaciones que el verlo te provocó. Así que estoy encantado de
poder volver a esos comentarios. No tienen valor como crítica de cine, pero
valen mucho como memoria personal.
3 Faces es una película iraní, dirigida
por Jafar Panahi (el mismo que había dirigido “Taxi en Teheran”), que también
es autor del guión y actúa como uno de los autores protagonistas del film. Una
película de autor, obviamente. Y eso fue lo que me atrajo. No estaba en los
circuitos comerciales (quizás estuvo en su estreno, a finales del año 2018),
aunque sí recibió premios importantes. Vi que la anunciaban en una sala
municipal de arte y ensayo en Coruña y aproveché para verla. La protagonista es
Behnaz Jaffari, una artista local pero que cumple
muy bien con el personaje. La historia es sencilla: en el cerrado mundo de las
montañas, una niña quiere ser artista contradiciendo las expectativas mucho más
tradicionales de su familia que lo que quiere es casarla cuanto antes para que
continúe con la dinámica familiar. Su determinación vocacional solo provoca que
las rutinas tradicionales se activen y la familia adelante su compromiso y le
fije pareja. Ella se rebela y busca una aliada en una artista de series locales
a la que le envía un vídeo dramático pidiéndole que vaya a buscarla y la salve.
La película narra ese viaje de la artista por las montañas para buscarla. Y el
contenido central del film no es otro que la inmersión en ese paisaje agreste
(siempre al borde de un precipicio), en la cultura local arcaica y arraigada en
valores muy tradicionales, en la presentación de personajes típicos de ese
ethos rural.
La búsqueda de la niña, en el
fondo, es solo la excusa que introduce el guión para irnos llevando por
paisajes espectaculares. En un Mitsubishi Pajero vamos recorriendo
montañas agrestes por caminos de riesgo. Los paisajes parecen inicialmente
desolados, pero a medida que avanza el film vamos comprobando que están llenos
de vida. Cualquier europeo se sentiría en inminente peligro de verse asaltado o
secuestrado, pero luego resulta que allí la gente tiende a ayudarse, a
interesarse por los demás. Tiende a hablar mucho, quizás como contraposición a
la soledad en que normalmente se encuentran. Es buena gente. Un poco raros para
nuestros usos, pero buena gente, en general. Y con unos valores muy suyos como
corresponde al tipo de grupo humano que allí se ve.
En fin, una película que te
acerca a otra gente, a otra forma de ver la vida, a otros valores. Tanta
diferencia con los nuestro te incomoda, aunque reconociendo que aquello tiene
esa belleza antigua de lo auténtico, de los valores básicos de la vida,
incluyendo el valor de enfrentar la predeterminación del propio proyecto
personal. Un ambiente que no está exento de inteligencia a la vista de cómo la
niña afronta su problema y es capaz de movilizar a una estrella de renombre
internacional para acudir en su búsqueda. Ya me había pasado eso a mí cuando
trabajaba con niños inadaptados en mi casa. Niños a los que en la escuela los
trataban como incompetentes, eran capaces de tener engañada y engatusada a toda
una comisaría de policía.
El segundo gran protagonista del
film es el espacio físico, la naturaleza, el paisaje. De hecho, todo en 3 Caras
está construido en torno al paisaje: la historia, el ritmo, el lenguaje, la emoción.
La posición de la cámara en el coche nos hace sentir una especie de peligro
aumentado como si el centro de gravedad del vehículo estuviera desplazado y
siempre más cerca del precipicio de lo que el camino, ya de por sí estrecho
permite.
En fin, sin tener la sensación de
que se haya asistido a una obra maestra, se sale del cine con buenas
sensaciones. Me ha gustado ver esta película porque te descubre otros mundos
muy distantes y lejanos culturalmente. Y, también, porque es un canto al valor
personal, al derecho a la vocación, a los buenos valores de las culturas
tradicionales.
No hay comentarios:
Publicar un comentario