¡Qué difícil se hace reiniciar el
diario después de bastante tiempo sin acercarte a él ni incorporar nuevas
entradas! Eso de que el roce hace el cariño, me parece muy apropiado en estos
casos: menos haces algo, más te cuesta reiniciarlo. Y así, lo vas dejando y
cada vez te cuesta más volver. En fin, ¡una lata!
La cuestión es que hoy, como
final triunfal del weekend, hemos ido a ver La
la land que aquí la han traducido por La
ciudad de las estrellas (una de las canciones centrales de la película). La
verdad es que ya intenté verla ayer en La Coruña pero había tal cola en el cine
(no sé si por esta película o por alguna de las otras en cartel, entre ellas Silencio) que desistí. Hoy en Santiago
ha sido más fácil. No había colas para sacar las entradas, la sala estaba
bastante llena pero sin exagerar y pasaban la peli en la mejor sala, con una pantalla
de 100 metros cuadrados. Eso ha aumentado el placer de verla y sentirte
envuelto en el sonido y la imagen.
El film es de 2016 pero se
estrenó esta semana en España. Fue dirigida por Damien Chazelle y protagonizada
por Ryan
Gosling y Emma
Stone. Y es su corto periodo de vida se ha convertido en el
foco de todos los títulos y premios que se han concedido en los últimos meses: 7
globos de oro (entre ellos los tres principales: mejor director, mejor actor,
mejor actriz); 8 premios de los críticos (Critics Choice Awards); 11
nominaciones a los premios BAFTA; Festival de Toronto, de Venecia. En fin, toda
una colección. Buen indicador de que algo tiene.
Tiene mucho, en mi opinión pues nos
retrotrae a los míticos musicales de otros tiempo, con todo un festival de
color, de música, de baile, de escenarios fantásticos. Todo ello junto a una
historia de amor y unos personajes amables y suficientemente simples como para
que no tengas que estar demasiado preocupado por lo que va a ser de ellos.
La película se inicia con un fleshmobe fantástico en plena autopista
de entrada a Los Ángeles que sirve para poner en situación a los espectadores.
Ya desde el inicio se marcan las condiciones: mucha vitalidad, fantasía, canto,
baile, música y miradas que empiezan siendo distantes y de queja pero que es
fácil suponer que el hilo de la historia las hará cambiar de signo.
La historia muy propia de este tipo de
películas, una historia de amor no exenta de tribulaciones y en la que se ha de
equilibrar la expectativa prematura del happy
end con suficientes obstáculos como para mantener un cierto nivel de
ansiedad en los espectadores. Y así se van cruzando las historias de los dos
protagonistas que inician su recorrido en precario pero con grandes sueños, que
posteriormente renuncian a esos sueños pero con la ayuda del otro vuelven a
recomponerse, y que acaban cumpliendo todos sus sueños menos uno, el que estaba
ligado a ellos mismos y a su futuro común. En fin, pura resiliencia, la vida
misma.
En este caso, se añade, además, el encanto
que es cine sobre el cine en lo que se refiere a la protagonista, cuyo sueño
era convertirse en artista. Y cine sobre la música, en el caso del protagonista
cuyo sueño era dedicarse al jazz. De esta manera continente y contenido se
mezclan y redoblan su eficacia. Y su encanto.
Como decía no es un argumento de esos
que te dejan pensativo porque ponen sobre la mesa alguna de las temáticas que
forman parte de los dilemas básicos de la vida (el Viernes vimos Mon Roi, aquí traducida como Mi Amor y de ésa sí que salimos con más
inquietud intelectual e afectiva). Pero hoy la historia era amable, con un
juego inteligente entre la realidad y la fantasía. El mensaje era muy positivo:
vive y lucha por tus sueños; llegar a lograrlos no es un camino fácil y con
frecuencia se siente la gana de renunciar; en esos momentos, necesitamos de la
ayuda de otros (de aquellos a quienes apreciamos y nos aprecian) para poder cargar
de nuevo las pilas y renovar el deseo; y si mantienes su pelea acabarás
consiguiendo el sueño. Pelín optimista, pero bonito para un musical.
La madre del cordero, aquello sobre lo
que acabamos discutiendo en la postpelícula es sobre la compatibilidad de los
sueños; sobre la necesidad de renunciar a algunos de ellos; sobre cómo, algunas
veces, unos sueños se comen o hacen imposibles otros sueños. Si priorizas unos
(en este caso, los sueños individuales) es posible que otros sueños (por
ejemplo, los colectivos) resulten inviables. Y como sucede casi siempre, en la
discusión, uno ya no sabe cuando deja de hablar de la película y empieza a
hablar de la propia experiencia. Y eso que el tema era leve…
Y, al final, la sensación de que ha
merecido la pena porque es una magnífica película. Sales de ella con una sonrisa
en la cara y la sensación agridulce de que te hubiera gustado otro final a los
sueños de los protagonistas. Y cargado de energía y vitalidad por el chute de
colores, ritmos y bailes en los que hemos estado embebidos durante dos horas.
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