“Guatemala, corazón
del mundo Maya”, dice la propaganda turística. Y debe ser cierto que ningún
país como Guatemala reúne espacios y tradiciones de la cultura maya, comenzando
por el jade y continuando por las muchas palabras y evocaciones que se encuentran
en cada lado. Además, los guatemaltecos (al menos los que yo conocí, ligados a
la educación y la cultura, se sentían muy orgullosos de sus orígenes mayas).
Bueno, pues en la
cultura maya tú eres lo que eres en función del día en que has nacido. Y no
sucede como en nuestro horóscopo en el que los días y los signos tienen una
relación estable (todos los años se repiten las mismas fechas para cada signo).
En el calendario maya (no sé si es sólo en Guatemala) tu tienes que ir mirando
tu día en cada año. Y el mismo día de distintos años pertenece a símbolos
distintos. Así que más que calendario aquello era un libro inmenso con 365
indicaciones para cada año. Y cubría una inmensidad de años. Me encontré el
libro en una de las joyerías del jade donde recaí varias veces buscando regalos
que quería traer. Obviamente (nadie da duros a peseta), el libro estaba junto a
la sección de colgantes donde figuraban los distintos signos que aparecían
adscritos a las fechas. El proceso era obvio: tenías que buscar tu día de
nacimiento en el año en que sucedió (ya se pueden figurar que tuve que ir muy
atrás en el tiempo para encontrar la mía); identificar el animal que era tu
signo (en mi caso Q’anil, conejo); y, si todo va bien, comprar el correspondiente
colgante.
Tengo que reconocer
que mi primera impresión fue bastante deprimente. Antes que buscar mi fecha fui
buscando las de mi mujer e hijos-nietos. Bueno, habían salido animales de
prestigio: el águila, el tigre, el pez, la cobra, el caballo. En ese contexto,
que, llegados al mío, saliera el conejo, en fin, da qué pensar. Menos mal que a
nadie le salió el zorro, porque eso ya me preocuparía más (por mi
supervivencia, digo). Pero llegados a este extremo, pues si uno es conejo,
conejo te quedas.
Luego resultó que, en
la cultura maya, los conejos no tenían tan mala imagen como en la nuestra. Los
relacionaban con la fecundidad (bueno, eso ha llegado hasta nuestros días:
parir como una coneja), con las semillas, con las cosechas. Q’anil es el semen (humano y divino), es la esperanza de un
nuevo ser (las plegarias a Q’anil son para agradecer todo lo que nos brinda la
madre Naturaleza, también para pedir que la nueva criatura nazca completa en lo
físico y mental). Las fiestas en Q’anil eran fechas indicadas para reconquistar
algo que se hubiera perdido (un amor). Era un día de buen inicio.
Los que nacimos en
Q’anil fuimos engendrados en AJPU (el caracol) y según los mayas somos personas
intuitivas, afortunadas, creativas, cosechamos todo en abundancia, buenos
trabajadores de la tierra (Uff!), se preocupan por la nutrición (más bien por
hacer dietas constantemente pero sin éxito). Son filósofos, ginecólogos,
artistas comunicadores sociales. Tienden a ser enfermizos, débiles (Uff!). Es un signo cambiante que depara a la persona muchos
cambios en la vida (Uff!). Gente necesitada de transmitir amor y cariño (pobre
conejo!) Tiene fuerzas espirituales en su interior pero su mayor prueba es
llegar a creer en sí mismo (¡ánimo conejo!). Buen defensor de otras personas
(¡bravo conejo!). Todo lo que inicia tendrá éxito, lento pero seguro, porque el
conejo es constante en desarrollarlo, ésa es su mayor virtud (¡qué grande eres,
conejo!). En definitiva, somos buena gente los conejos.
Bueno, no sé si los
mayas habían llegado o no a la estadística. Pero, en mi caso, la cosa no pasa
del 50% raspadillo de aproximaciones. En cualquier caso, la imagen del conejo
ha quedado bastante reivindicada. No es malo ser conejo. Claro que si decían esto de los conejos, qué no dirán de las
águilas…
Si alguien quiere más
información de los conejos mayas, le dejo estas pinceladas. Dice cosas
fantásticas sobre los conejos: http://mysticomaya.com/a_01_cal/espqanil.php
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