Definitivamente, una buena
película, de esas que se agradecen en un fin de semana húmedo y frío. No me
extraña que haya tenido tantas nominaciones a los óscar de este año y que se
vaya llenando de premios desde que se estrenó. Es curioso que haya gustado tan
poco a los críticos y a los tertulianos. En fin, eso depende de qué busque cada
quien en un film. Quizás es que las expectativas con las que se acude al cine,
sabiendo los muchos premios recibidos, son muy altas. A mí en todo caso,
me encantó. Algunas de las quejas de los
entendidos vienen a decir que esperaban más del director Russell. Puede ser,
pero a mí me parece que va in crescendo
en sus últimos trabajos., todos ellos de una calidad razonable.
El elenco de actores es magnífico comenzando
por el protagonista Christian Bale al que resulta difícil reconocer en el tipo
medio calvo y barrigudo el personaje que encarna (divertidísima la escena con
la que se inicia el film en la que el personaje de Bale intenta neutralizar su
calvicie recomponiéndose el cabello a través de guatas y pegamento; también su
postura de macarra gordinflón despatarrado en su silla tratando de seducir a la
coprotagonista Amy Adams).
Y qué decir de ella, la Adams, tan atractiva y estimulante con
esos labios húmedos y brillantes y sus pechos semidesnudos que te atrapan cada
vez que aparece en pantalla. También Jennifer Lawrence, menos descocada aunque luciendo
palmito, está bien,; su papel pasa por momentos de dramatismo que ella borda,
buen testimonio de que se trata de una enorme actriz. Bradley Cooper está en lo suyo,
creíble en su papel aunque a veces sobreactúe un poco. Y los pocos momentos en
que uno puede disfrutar de Robert de Niro, son estupendos. En general todo el
elenco de actores llevan a cabo un trabajo extraordinario. Y esa es la primera
columna del éxito.
También la historia que se cuenta
es interesante y te mantiene en vilo las dos horas y media que dura el film.
Puede que no sea un tema novedoso, ni lo sea la forma de enfrentarlo (al final,
me quedó un cierto regusto a El Golpe, la película de Roy Hill en la que actuaban
Paul Newman y Robert Redford, película que, por cierto, pasaron hace unos días
por televisión). Pero, original o no en la temática, sí lo es en su desarrollo,
sobre todo por el enorme cúmulo de detalles y guiños que se van introduciendo:
escenas fantásticas, cambios de ritmo, nuevos
personajes. Se me paso volando el tiempo. El tema de la corrupción, grande y
pequeña, es desde luego un tema manido en el cine (porque lo es en la vida,
basta ver lo que está sucediendo en España), pero se puede abordar en plan
documental, en plan dramático o en plan de comedia, como en este caso. Haciéndolo, incluso como comedia, no deja de tener su moraleja y la triple perspectiva
desde la que Rossell trata de plantearla: nos vamos reinventando para
sobrevivir (y por eso, las pequeñas estafas), aprovechamos las oportunidades
para beneficiar a nuestros ciudadanos (el caso intermedio, la estafa venial); nos
aprovechamos de nuestra posición (la gran estafa).
Pero más que la historia, lo que
seduce de esta gran cinta es la perfecta recreación de los ambientes de los años 70;
el manejo de la cámara que te acosa, te rodea y logra meterte de lleno en la
situación; el guión y la música (ah!, qué música).Me impresionó la importancia
que adquiere la música en los momentos clave del film, momentos dramáticos y,
sobre todo, momentos románticos. Y también en el simple divertimento del
bailar. Se le iban a uno los pies en algunos pasajes del film (tenía delante de mí en el cine a
un grupo de chicos jóvenes que a punto estuvieron de ponerse a bailar entre las
butacas, y eso que era música de los 70; y, desde luego, éramos bastantes los
que tatareábamos entre susurros algunas de las canciones que iban sonando). Muy
emocionante. Y luego, todos esos guiños que los buenos directores saben ir
incorporando a la historia para hacerla amable: la peluca y la barriga de Bale,
los pechos seductores de la Adams, el tipazo pijo de Cooper, la expresión plana
del jeque, la escena de miradas fijas y apasionadas entre Adams y Cooper, en
fin, muchos detalles que te meten dentro de la historia como un personaje más.
Y luego esas otras cosas que
nunca faltan en una buena peli: la amistad como valor más allá de los avatares
circunstanciales de la vida de cada uno; la complejidad del amor y el deseo
cuando se encarna en personas y situaciones concretas; los sutiles disfraces de
la corrupción y el apego al dinero. Muchos mensajes implícitos para poner en marcha, si se desea, las neuronas de la reflexión y el contraste con nuestras
vidas.
Una buena tarde de cine, que no
es poco.
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