
La inmensa amabilidad de mis anfitriones les llevó a invitarme a visitar con ellos la Foz de Iguaçu, donde la empresa Hoper tiene su sede central. Invitación/ tentación insuperable para cualquier europeo que viaje a Brasil. Yo ya conocia las cataratas porque estuvimos allí hace muchos años, pero fue una experiencia tan maravillosa (las recorrimos en barca, com emoçao, y en helicóptero) que merecía la pena repetirse. Por supuesto acepté.
Y allí fuimos. Nuevo vuelo en avión desde Sao Paulo (llegamos sobre las dos de la madrugada), nuevo check-in en el hotel, nuevo input al agotamiento. Quedamos en vernos a la mañana siguiente para ver la sede de la empresa y nos despedimos.
Y a la mañana siguiente desayuno, check out y salida. Yo esperaba ir directamente a la empresa, pero me aguardaba una sorpresa: mi amigo me invitó a visitar la ciudad de la Conscienciología. Ufff!, pensé, ¿de qué va esto? Quisé tocar madera para evitar malos augurios pero no la tenía a mano. No soy muy proclive a estos nuevos espacios de exploraciones intelectuales. Como decía el otro, ya me cuesta trabajo creer en mi religión que es la verdadera, como para plantearme creer en otras. En fin, pudo más la curiosodad que mis temores. Y allá nos fuimos.
Aluciné.
Bueno, ya resultaban alucinantes los datos que me iba dando mi anfitrión mientras nos acercábamos al Barrio de Cognópolis: cientos de hectáreas propias, todo muy bien urbanizado; arias urbanizaciones integradas en el espacio aquel y otras más que se están haciendo; miles de personas vinculadas a la asociación y muchas de ellas (como los responsables de la Editora que me llevaba a mí) residiendo en Foz de Iguaçu justamente por ese motivo. De ellas, más de 600 personas llegadas de todo Brasil y de otras partes del mundo (había tres chicas españolas en ese momento, aunque no logré encontrarme con ellas) para trabajar como voluntarias (sin ganar nada) en las distintas tareas e investigaciones de la sociedad; como muchos de ellos son profesionales de alto rango (médicos, ingenieros, profesores, psicólogos) han tenido capacidad de montar un extraordinario hospital donde ofrecen medicina y psicoterapia de calidad no solo a los asociados sino a todo el Estado de Paraná.



Más adelante, ya en la editorial pudimos charlar un poco más sobre todo este tema de la conscienciología. En realidad, el elemento común de su trabajo es lo que llaman la proyectología, es decir, la capacidad del espíritu para salir del cuerpo y verse a sí mismo y a los demás. Según fui sabiendo, todos ellos han tenido experiencias de ese tipo (esa experiencia de que sales de tu propio cuerpo y te ves a ti mismo y a los que en ese momento te rodean como algo separado de ti; puedes incluso hablar contigo mismo o con los otros, o darte cuenta de cosas de las que no serías consciente cuando estás en tu cuerpo). Mucha gente ha tenido experiencias deese tipo. Ellos tratan de explicar por qué sucede tal cosa y cuál es la naturaleza del conocimiento que se adquiere en ese estado.
Dicen no tener nada que ver ni con religiones ni con sectas. Especialmente preocupados están por que no se les confunda con la cienciología que, en Brasil, tiene tratamiento de secta. Ellos se dicen científicos en busca de una epistemología que les permita explicar cosas que a día de hoy la ciencia no logra explicar.
Todos me contaron cómo habían sido importantes para ellos esas experiencias extracorpóreas y cómo a raiz de ellas se habían enterado que existía este grupo y se habían adherido a él.
Fue una mañana intensa. Me acordé de aquellos objetos que nuestras madres solían comprar en los santuarios. Una especie de bola con la imagen del santuario o de la virgen correspondiente al que si volcabas primero boca abajo y luego lo colocabas de nuevo en su posición normal, se llenaba de nieve. Era un efecto precioso observar cómo las partículas de nieve marcaban un paisaje todo alterado en el que la nieve se iba posando poco a poco. Es una metáfora bastante aproximada de cómo me sentía yo: como si me hubieran dado la vuelta y toda la nieve del suelo se hubiera lanzado al aire para irse posando poco a poco. En pleno shock y con todo mi pensamiento racional sobresaltado.
No recuerdo haber tenido experiencias extracorpóreas, aunque también yo he sentido en sueños esa capacidad para volar y recorrer fuertes distancias. Pero lo de salirme del cuerpo y verme a mí mismo desde una altura intermedia no creo que me haya pasado. Con todo, la experiencia de esa mañana en Foz me dejó perplejo. No consigo entender cómo la gente deja su trabajo y su vida para unirse a algo que le atrae como idea. Qué tiene esa idea para atraparte tanto, para que por ella comprometas tu vida. Acudir al simplismo de que son personas con poca cultura que se dejan seducir por ideas religiosas, no me sirve en absoluto. Primero que ellos aseguraban que esto no tenía nada que ver con la religión. Después, que las personas que yo conocí eran todo menos personas simples: buenos empresarios, profesionales de varios campos, gente muy interesante y con mucho que aportar. Decían que para ellos, la concienciología había significado la oportunidad de ser mejores personas, de poderse acercar a los demás con mayor afecto y comprensión (de esto puedo yo dar constancia), de hacerse, incluso, personas más preocupadas por la investigación y el rigor en las cosas que hacían.
Mi nieve seguía cayendo. El alboroto interior continuaba. Me sentía retado intelectualmente. Es bueno de vez en cuando salirte de tu propia lógica, encontrarte con cosas y situaciones que no logras comprender, martirizarte con preguntas.
La tarde fue más tranquila. Comimos decentemente mientras fuera del restaurante se producía el diluvio universal. Por la tarde habíamos programado una visita a las cataratas y hasta allí nos fuimos. Pero el cielo seguía descargando agua a pozales. Imposible ponerse a caminar en el entorno de las cataratas. Tuvimos que desistir.

Tiene 20 turbinas. Con sólo 2 de ellas cubren las necesidades de todo Paraguay. Las otras 18 sirven para atender el 20% de las necesidades de todo Brasil. ¡Una pasada! Para que los muros de contención del pantano pudieran soportar tanta presión del agua, tuvieron que encastrarlos en roca viva. Antes de construirlo el río tenía una profundidad de 60 metros. Tuvieron que desviarlo a una canal artificial abierto en plena roca para construir la primera parte del pantano. Ese canal tiene una profundidad de 90 metros. Trabajaron 40.000 obreros en la construcción. En fin, datos todos que marean. Al estilo Brasil.
No llegaron a 24 horas las que pasé fuera de Sao Paulo en esta excursión a la Foz de Iguaçú pero tarderé en olvidar la experiencia.
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