martes, febrero 14, 2023

IKIGAI: el arte de saber vivir

 

El periodista Lluis Ferrer escribe su tira semanal en La Voz de Galicia (14/2/2023) sobre el Ikigai, una palabra japonesa que no conocía, pero de la que me he enamorado a primera vista. Es lo que corresponde dado que estamos en San Valentín.

Cuenta el periodista que hay un pueblo en la isla de Okinawa, llamado OGIMI, en el que es normal que las personas se aproximen o superen los 100 años y que lo hagan en un estado de salud excelente. Obviamente, se ha convertido en objeto de estudio para médicos y antropólogos. ¿Cómo es posible?, ¿Qué tienen de especial?, ¿Qué hacen o no hacen? 

Según www.cuerpomente.com , los médicos ha encontrado que entre ellos hay muchos menos casos de demencia y menos enfermos crónicos (de cáncer, corazón o afecciones inflamatorias); que presentan menos radicales libres en sangre (los que producen el envejecimiento de las células) y, en cambio, mayor saturación de hormonas sexuales hasta edades muy avanzadas. Por su parte los antropólogos observaron fuertes lazos de relaciones comunitarias (pertenencia a asociaciones), una fuerte colaboración entre ellos para tareas comunes (tienen una palabra específica para definirlo: yui-maru, juntarse para ayudar a otro), el deseo de celebrarlo todo, hasta las pequeñas cosas (con gran apego a las tradiciones locales), el estar ocupados (de hecho, casi todos tienen su pequeño huerto y no se veían ancianos sentados en bancos sin hacer nada). Pero lo que más les llamó la atención fue ese sentimiento de tener una misión, de que su vida tenía sentido.

Ellos se extrañan de tanto interés. Cuando les preguntaban ellos contaban que no hacían nada que fuera especial. Y hasta se diría que algunas cosas las hacían mal: por ejemplo, basaban su alimentación en hidratos de carbono con poca presencia de las proteínas, abusando de su patata (la batata) de la que obtienen la dosis de calorías necesaria. Ahora, eso sí, muchos de ellos aludían al ikagai como quizás la cosa que podría diferenciarles de los demás.

¿Ikigai, y qué demonios es el ikigai?

En términos cultos la palabra japonesa ikigai tiene una doble raíz: iki y kai (que por exigencia de eufonía, el japonés la convierte en gai). Iki se refiere a vida y kai a la realización de lo que uno espera o desea. Así que ikigai viene a referirse a la realización de lo que uno desea o busca en la vida. En términos más cotidianos algunos describían el ikigai como esa buena razón que te da energía y hace que tú te levantes cada día de la cama con ánimo renovado. De forma más profunda, el ikigai es tu propósito en la vida, tu raison d’être.

Lluis Ferrer la traduce por “la razón por la que merece la pena vivir” y la vincula a 4 condiciones que son claves para ese bien vivir:

a.       Hacer lo que verdaderamente te gusta hacer (por eso, cuando estás en ello, el tiempo te pasa volando).

b.       Hacer lo que se te da bien hacer.

c.       Hacer lo que te da el dinero suficiente para vivir.

d.       Hacer lo que el mundo necesita (es decir, que sirven también a los demás)

Parece ser que los isleños han alcanzado un notable equilibrio en esas cuatro condiciones del bienestar personal y que es eso, justamente, lo que los mantiene tan longevos. Claro que, visto así, en conjunto, se parece bastante al sueño que todos tenemos en lo que se refiere a nuestra vida. Estar bien situados en alguna de ellas no resulta difícil. Lo difícil es lograr el equilibrio,  el que las cuatro condiciones puedan darse a la vez: lo que te gustaría hacer no es siempre lo que mejor sabes hacer y, menos aún, lo que te da dinero para vivir bien. Y sintonizar las tres primeras con la cuarta, tampoco es que resulte fácil. 

 Gabu López, (en https://www.cronista.com/clase/trendy/Ikigai ) sitúa en el centro de cuatro cualidades que definen nuestra existencia: la pasión, la vocación, a profesión y la misión.

No me digan que no es una palabra hermosa, llena de misterio y con esa connotación buenista y positiva de quien pretende darte una lección, pero sin que se note mucho. Claro que eso de encontrar tu ikigai no depende solo de ti. Pesan mucho las circunstancias en las que se mueva tu vida. Pero cierto es que, en muchas ocasiones, aún dándose las condiciones adecuadas para encontrar ese ikigai, nos empeñamos en desequilibrarlo y avanzar solo a trancas y barrancas.

¿No es extraño, por ejemplo, que en profesiones como la nuestra (me refiero a la enseñanza, pero podría aplicarse de la misma manera a muchas profesiones) vivamos tan estresados y agotados personalmente? Hacemos lo que nos gusta, somos buenos haciéndolo, obtenemos dinero suficiente para vivir y, al menos en teoría, lo que hacemos beneficia a los demás. Deberíamos tener un ikigai de la leche. Pero no es así, o no lo es en muchos casos. Claro que si uno analiza el estilo de vida de estos isleños japoneses (la comunidad, el apoyo mutuo, las celebraciones, la tranquilidad…) entiende bien que lo nuestro es otra filosofía, otra vida.

En la filosofía japonesa todos tenemos nuestro ikigai. Lo tenemos como posibilidad. Lo que sucede es que no todos somos capaces de encontrarlo en nuestro interior, de establecer ese equilibrio en la configuración de nuestra dinámica vital. Quizás eso sea la madurez.

 

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