martes, agosto 19, 2025

VERANO INFERNAL

 



No parece exagerado ni oportunista tildar de infernal a este verano del 2025. Para las personas que han debido sufrir no solo las temperaturas desmesuradas como sus efectos en forma de fuego y ruina, la experiencia ha tenido que ser literalmente infernal. Ya angustiaban las imágenes que llegaban a través de la televisión y la prensa, así que no cuesta imaginar cómo sería estar allí frente a las llamas, intentando luchar contra el miedo y la ruina. Y así un día tras otro, con protagonistas diferentes, pero con el mismo drama. Y van dos semanas de sufrimiento.

Y Galicia de nuevo en el ring de la desgracia. Ya nos había pasado hace años en la zona de Pontevedra. Yo mismo me encontré en plena autopista rodeado de fuego por ambos lados y teniendo que huir a contradirección para evitar el desastre. Y con los niños en el coche, lo que añade un plus de angustia insoportable. Algo de eso deben estar sintiendo, también, las personas a cuyas casas se aproxima el fuego incontrolable. ¡Pobres!

La cosa es que como todo esto se alarga en el tiempo, te permite pensar y analizar la situación y lo que la rodea. Por ejemplo, el cansancio que provoca la monotemática información que escuchas a todas horas y sea cual sea el medio al que acudes. Te sientes culpable y mala persona por dejar de atender las desgracias que reiteradamente te comunican, pero es que necesitas salir de esa realidad tan pesada para respirar tu mismo: el humo de la sobreinformación acaba siendo igualmente nefasta para la salud y el ánimo de todos. Por ejemplo, el malestar que produce ver a los periodistas hurgando en la herida de quienes están desesperados y forzándoles, pregunta a pregunta, a que muestren su sensación de impotencia y acusen a las autoridades de desatención. En esa situación de angustia y miedo sobrevenido todos quisiéramos tener todos los medios del mundo para protegernos y nuestra angustia es fácil convertirla en acusaciones y reclamos. Por ejemplo, la maldad de quienes voluntariamente prenden fuego sin pensar en las desgracias que eso va a provocar…

 Pero hay dos ideas que se han ido configurando con nitidez en mi cabeza a lo largo de estos días. La primera tiene que ver con la naturaleza como un sistema global. Eso que solemos expresar con el prefijo pan, significando “todo” y “completo” (panhispánico, pancreator, panoceánico). La naturaleza es un todo, difícilmente subdivisible en partes. Al ver moverse el fuego e ir saltando los obstáculos naturales (ríos, valles, espacios no arbóreos) o artificiales (carreteras, cortafuegos) pensé que de poco hubiera valido el que entre medias hubiera algún bosque o finca bien cuidada. Ese oasis de cuidados y bienestar se hubiera quemado igual porque el fuego funciona como un todo, o está todo bien o está todo mal. Es una idea que está muy bien recogida en la cultura indígena iberoamericana con la visión global de la naturaleza como un todo (la Pachamama) y la visión sistémica del “buen vivir” (no se trata de que viva bien yo, o vivamos bien los humanos, todo tiene que estar en armonía para que eso sea posible). No existe la felicidad individual o sectorial: para que las partes estén bien, todo debe estar bien. Es el equilibrio lo que posibilita el bien vivir. El “vivir bien” de las personas, en el que los occidentales ponemos el énfasis, resulta inviable si no se combina con el bien de la naturaleza, de los animales, del conjunto del sistema con el que convivimos.

Y la otra idea tiene que ver con la disfunción perversa que el capitalismo crudo supone para la calidad de vida de las personas. Pensar que hay gente (o empresas) que aprovecha las desgracias ajenas para sacar partido económico, me parece increíble e insoportable. Es inconcebible que se suba el precio de las cosas y los servicios aprovechando que la gente sometida a una desgracia los necesita más. Que los miles de personas que no han podido viajar en tren por los incendios y precisen un medio alternativo para llegar a sus casas vean que los precios de los pasajes aéreos se multiplican por 6, que los coches de alquiler se encarecen de la noche a la mañana, etc. es imperdonable, de una insensibilidad rayana en el delito. Yo al menos no lo puedo entender.

 

 

 

 

lunes, agosto 18, 2025

20 SEGUNDOS DE CORAJE

 


20 SEGUNDO DE CORAJE

La tarde del sábado corría bien. Por la televisión pasaban la película de sesión de tarde (Un lugar para soñar) en la que Matt Damon hacía lo imposible por sacar adelante el zoo que acababa de comprar en un intento de escapar de la ciudad hacia un entorno más ecológico y tranquilo tras la muerte de su esposa. Necesitaba sanar su espíritu. Pero las cosas no estaban resultando fáciles, sobre todo con su hijo adolescente que mostraba lo peor de sí mismo en venganza por haberle sacado de su entorno de amigos y rutinas urbanas. Todo acaba bien, desde luego, es la película del sábado a la hora de la siesta.

Y en medio de las aventuras y desventuras de la vida en aquel agitado y entretenido entorno (la presencia de Scarlett Johansson haciendo de Kelly Foster ayudaba mucho) resulta que el padre le dice a su hijo adolescente, que penaba de amores con una jovencita y no sabía cómo declararse, una frase mágica: “son 20 segundo de coraje”. Eso es lo que nos hace falta, le decía, 20 segundo de coraje para tomar la decisión y decir o hacer aquello que nos está costando tanto.

Me pareció fantástica la frase, sobre todo porque es algo que a la gente muy pensativa y poco resolutiva nos falta: 20 segundo de coraje. Hay muchas situaciones en la convivencia, en el trabajo, en la vida personal en los que si no tienes ese punto de arranque, nunca resuelves la situación. Te pasas la vida tragándote sapos, posponiendo decisiones, dejándolo pasar porque te falta ese punto de coraje para decirlo o hacerlo.

 No sé si se trata de algo cultural o es algo que depende del carácter de cada quien. Tengo amigos a los que se les da muy bien. No les causa desazón alguna en decir o hacer lo que desean sin que las circunstancias o temores les condicionen. Asertividad se le dice en psicología. Y debe ser estupendo el poder hacerlo, al menos si se compara con el malestar que produce el sentirte incapaz de hacerlo. Gastas tanta energía en controlar tu propia desazón o inquietud que, al final, quedas mal por inane y falto de personalidad.

Al chaval del film le vino bien porque fue capaz de declararle a la chica que le gustaba mucho. No sé si la receta funcionará igual de bien no solo en cuestiones de ese tipo, sino en otras que jalonan y condicionan nuestra vida diaria: las relaciones de pareja y familiares, el trato con los amigos; las opiniones políticas; las particulares creencias religiosas. Yo suelo preferir dejarlo pasar y no entrar en discusiones que, por lo general, no solo no nos llevan a posturas más convergentes sino que suelen propiciar desencuentros y heridas que cuesta cauterizar. Pero tampoco es que eso me guste, porque el precio a pagar en comeduras de coco, en morderte la lengua, en sentirte mal por huevón y acomplejado… es alto.

¡20 segundo de coraje!, qué poquita cosa y qué difícil de alcanzar.

 

domingo, julio 27, 2025

A VUELTAS CON EL AMOR

 



Últimamente me gusta salir a caminar con podcast. Antes era con música, pero descubrí los podcast y me he aficionado a ellos, especialmente, porque siempre aprendes algo. A mí, al menos, un buen podcast me moviliza más que la música, me hace pensar mientras voy andando. Me ha parecido especialmente estimulante la colección de la SER “Un libro una hora”, pero ya me los he escuchado todos (al menos, todos los disponibles en Spotify). Luego me pasé a los del “Chisme corporativo” de dos pibas mexicanas muy simpáticas que van analizando con gracia los grandes emporios económicos. Y ayer descubrí la serie “Lo que tú digas” de Alex Fidalgo que, en este episodio entrevistaba a Luis Muiño con motivo de su libro reciente “La Trampa del Amor”. Hablaron de eso, de los problemas que provoca el amor romántico, de los celos, del sexo. Sugerente tema para elucubraciones varias mientras caminas.

Incluso jubilado, uno no deja nunca de ser un académico de la psicología y la educación y, por ello, siempre le resulta un poco sospechoso alguien que se dice divulgador de la salud psicológica y se postula como un experto que da clase en numerosas universidades, tiene pacientes por todo el mundo y es capaz de escribir sobre cualquier tipo de asunto. Que dijera que llevaba 38 años de terapeuta y que había comenzado a serlo a los 22 años, tampoco hizo que ganara puntos en mi estima. A los 22 años ni se ha acabado la carrera de psicología, ni se está en condiciones de hacer terapia. Yo me escandalizaba mucho cuando oía a alguno de mis compañeros/as que decían tener pacientes nada más acabar la carrera. Pero en fin, son pecados de juventud y seguro que ahora Luis Muiño es un buen terapeuta. No lo conozco y, en principio, no tengo por qué dudar de su expertise en los temas que trata (bien interesantes, por cierto).

 De hecho, algunas de las cosas que decía en la conversación con Alex Fidalgo son sensatas. Por ejemplo, eso de que el amor romántico se basa en tres factores: la posesión (de ahí los celos), la idealización (el enamoramiento) y la adicción (el sexo). Así se lo explicaba yo también a mis estudiantes, aunque sin aplicarle la idea de “trampa”.  Interesante, también, esa idea de que el ser humano funciona con las hormonas que ya teníamos en la época del homo sapiens, pero que precisan ser adaptadas a las condiciones sociales y culturales del S. XXI. Chocante me resulto eso de que esas mismas hormonas primigenias llevan a los individuos se enamoran de sujetos que poseen anticuerpos para enfermedades de los que ellos o ellas carecen, es decir, que la propia especie ha generado los mecanismos necesarios (entre ellos, el enamoramiento) para salvaguardar su propia subsistencia. Supongo que es algo que está bien documentado. ¡Sabia la naturaleza!

De todas formas, lo que más me llamó la atención y me tuvo en vilo durante la hora y pico de la caminata fue el trasfondo muy individual y egocéntrico desde el que Luis Muiño planteaba el amor y  la relación amorosa.  Quizás es que no le entendí bien. Si la felicidad depende de uno mismo y está vinculada al propio placer y bienestar, todo lo que acurre a nuestro alrededor (incluidas las relaciones que establecemos) adquiere una tonalidad y un sentido solipsista y autoreferido. Si todo se va a analizar en términos vinculados al me gusta, me hace bien, me potencia, me enriquece, etc. las relaciones humanas y el enamoramiento son, en efecto, algo que me saca de mí mismo y resulta difícil de ajustar a mi propio bienestar. Construir una relación amorosa, formar una familia, criar hijos tiene mucho de donación, de ir más allá de mi propio bienestar. Centrarlo todo en uno mismo lleva cualquier consideración terapéutica al callejón estrecho del egocentrismo y la soledad.

Juan Manuel  de Prada toca este tema en su semanal diatriba en el XL Semanal (27 Julio-2 de Agosto del 2025: pag.  9). Lo titula “La devastación capitalista”, título que toma de Chesterton cuando se refería al capitalismo como un “proyecto de devastación antropológica”. Habla de tres vías a través de las cuales se produce la mencionada devastación y una de ellas la vincula al fomento del individualismo, disfrazado de la búsqueda de una mayor independencia y liberación personal. La autorealización y el empoderamiento individual requieren de condiciones personales y ambientales que permitan centrarse sobre todo en uno mismo y en el propio proceso de crecimiento. Esa sensación tuve ante los comentarios del colega Muiño. Es cierto que uno va al psicólogo para sentirse bien, pero no estaría de más que parte del trabajo a hacer en la  terapia tuviera que ver con una interpretación más abierta y coral del  significado de ese “sentirse bien”.

Muy interesante a este respecto es la contraposición entre la idea occidental del bienestar (el “vivir bien”) y el “buen vivir” que forma parte de la cultura de sociedades indígenas iberoamericanas (Rodríguez Salazar, A. Teoría y práctica del buen vivir, 2016). La visión egocéntrica del bienestar como patrimonio individual (ser más, tener más), se contrapone con la visión comunitaria y ecológica del buen vivir: yo viviré bien si todos los miembros de mi comunidad viven bien, si la naturaleza vive bien. Un buen vivir que tiene mucho que ver con la armonía colectiva. Nos hace felices la felicidad colectiva que somos capaces de crear con otros.  Y así, las relaciones, los compromisos que asumo con los otros no son obstáculos de mi propio crecimiento, sino que son, justamente, su fuente nutricia.