domingo, octubre 19, 2025

REIMAGINANDO ORAZO

 


Esta temporada radiofónica, Carlos Alsina suele comenzar su perorata de las 8 de la mañana (Más de uno, en Onda Cero) diciendo: “déjenme que les cuente una historia… no se preocupen que va a ser cortita”. Le funciona.

Yo también quisiera contaros a cuantos amamos Orazo y estamos preocupados por su futuro, esta pequeña historia de ayer sábado.

Llegué a Orazo sobre las 10:30, como cualquier sábado que puedo escaparme hasta allí.  Y seguí la rutina habitual: comprar la carne y alguna cosilla en Bandeira, cafecito de media mañana en algún bar abierto (cada vez quedan menos, aunque desde hace un año han abierto uno justo al salir de la carretera de la autopista y con un café realmente bueno) y puesta en marcha del día ya en Orazo. Abrir las dos cancelas, procurar no rascar el coche (no siempre lo logro, aunque me esfuerzo),  abrir las casas (ventanas incluidas),  y cambiarme. Eso fue lo hice ayer, que yo soy mucho de rutinas.

Mientras me cambiaba en nuestra habitación de la casa nueva, sentí algo así como una voz en la era y me asomé a ver quién era. Allí estaba un señor a quien no conocía,  como tratando de localizar a alguien de la  casa. Ya puesto en “modo Orazo” salí a su encuentro. Nos saludamos y él, enseguida, 
trató de justificar por qué había entrado hasta allí:

   Mire, me dijo, vivo en Remesar y paso mucho por esta carretera. Siempre me ha llamado mucho la atención la galería.  Y me preguntaba de quién sería la  casa.  Hoy he visto que estaba la puerta de hierro abierta y pensé que era una buena oportunidad para saber algo más de ella”.

Luego me contó que era técnico de turismo y por eso le había encantado la galería. Que él era de Silleda y que había sido profesor de instituto. Ahora ya jubilado le gustaba la fotografía y asesoraba en temas de turismo de interior tanto al ayuntamiento de Silleda como al de la Estrada. Un buen tipo, muy amable. Había sido profesor de personas que después también las tuve yo primero  de alumnas y, después, de compañeras de departamento.

Por supuesto, le enseñé la casa que le encantó. “Mire, me decía, ustedes tienen aquí algo que no se conserva en los pazos: esto parece auténtico. Han conservado la esencia de lo que era la vida en Galicia: los  muebles, los espacios, la estructura, los utensilios.  El que no  hayan hecho muchas reformas es una bendición porque te retrotrae al pasado real de la vida en esta zona”.

Vimos detenidamente la casa y él me fue haciendo comentarios muy interesantes. Enseguida entendió que estábamos ante un dilema básico entre conservar o deshacernos de la casa. El creía que podríamos obtener apoyo del Concello de la Estrada (hablaba de Gonzalo, el alcalde de La Estrada con mucha familiaridad, como si se conocieran mucho). Y parece que conocía bastante a Moncho Brea.

Me sugirió por qué no hacíamos una Fundación que nos permitiera recibir fondos públicos. Que a nivel turístico el enclave de Orazo era muy prometedor. Me indicó que la iglesia de Orazo es una joya. Solo hay en Galicia tres iglesias románicas del S. XI con tres naves: la Porticela en la Catedral, Orazo y hablaba de otra que ya no recuerdo (quizás Cambre). También el crucero exterior es del S. XI. La iglesia junto a la Casa Ulloa hacen un conjunto que une arte y antropología, dijo.

 Yo seguía dando vueltas a la idea de la Fundación. Y pensaba para mí lo hermoso que sería montar la Fundación  CARMELA VÁZQUEZ ULLOA y ligar la  supervivencia de Orazo al nombre de la abuela que fue la que heredó Orazo y lo mantuvo mientras vivió. Todos los herederos seríais patronos de la Fundación con los porcentajes que correspondieran a cada quien.

Obviamente, obtener recursos públicos significaría contraer algún tipo de apertura de la casa a visitas, sin perder la propiedad. Permitiría, a la vez, organizar cosas allí de forma que el mantenimiento de la casa se hiciera sin coste para vosotros y sin tener que desprenderse de ella, manteniendo Orazo como ese “punto de encuentro” de todas las familias (las actuales y las que vendrán con vuestros hijos) vinculadas a la abuela Carmela.

La verdad es que el señor me alegró el día. Tras tanto tiempo sin poder ver un futuro viable, sintiendo ya el dolor de perder algo que ha significado tanto para la familia, que aparezca alguien que te diga que sí puede haber un futuro (un poco utópico, pero posible) no deja de ser un respiro. En lugar de perder Orazo, aparece esa posibilidad de compartirlo un poco (presumiendo de él y de la larga historia de los Ulloa), pero manteniéndolo como espacio familiar en el que celebrar fiestas y encuentros.  Vamos, como siempre, pero ahora en un Orazo mejorado y apetecible.

Me dio su tarjeta, pero me la dejé en el bolsillo del pantalón de Orazo. Lo siento. Os lo diré en cuanto vuelva por allí el sábado que viene.  Un abrazo a todos.

 

 

jueves, octubre 16, 2025

Y DE PRONTO…YA NO ESTÁS.

 



Dicen que en el espacio existen agujeros negros en cuyo seno se produce una gravedad tal que provoca la “curvatura del espacio-tiempo”. No veo ninguna forma de explicar mejor los desmayos o síncopes por los que he pasado esta semana. Tú estás bien y de pronto el tiempo y el espacio se te curva y ya no estás, hasta que apareces en el suelo extrañado de ese agujero negro por el que acabas de pasar y del que no tienes el más mínimo recuerdo.

No es la primera vez que me pasa. Ya pasó en el 2013 y entonces comenzó una etapa tortuosa de mi vida, pendiente de los cardiólogos, de las citas hospitalarias, de la medicación…el calvario habitual de los enfermos crónicos. 

Aquella primera experiencia que ya narré en otro post (Y TODO SE FUE AL CARAJO: domingo 24 de febrero de 2013) trajo como consecuencia una semana de hospital pasando por múltiples pruebas y, con ello, la apertura de una nueva etapa de mi vida como cardiópata. Nunca se ha sabido bien qué es lo que me pasa y en esa duda navegamos todo este tiempo.   

En Enero de este año volvió a suceder. Tras levantarme del sofá (esta vez después de cenar), salí al pasillo y ¡zas!, allí estaba el  agujero negro. Lo que yo sentí era la voz de mi mujer, que había oído el ruido de la caída, diciendo a gritos qué había pasado.  No ha pasado nada, le decía yo, no ha  pasado nada. Y en eso me di cuenta que estaba tirado en el suelo, y sin idea de cómo había caído. Mi tiempo pasaba de estar de pie en el  pasillo a verme tirado en él, sin nada entre medias. El tiempo curvo.

No le dimos importancia.  Al final yo  estaba perfectamente y nos fuimos a dormir sin más. Pensé que a los dos días tenía consulta en cardiología del hospital y allí se lo contaría. Pero esa consulta fue solamente para ponerme un Holter de 24 horas. Así que  no hubo nada que comentar. Unos días después, en la consulta con el cardiólogo, se lo conté y me echó una bronca enorme por no haber acudido inmediatamente al hospital. Eran malos días para las urgencias, doctor, le dije, estaban ustedes sobrepasados. No es excusa, me contestó. Un síncope es algo grave. Y  la consecuencia fue que mandó implantarme un holter fijo en el pecho, con el que aún voy.

 La cosa es que el domingo pasado ocurrió lo mismo. Mañana tranquila con misa y vermout. Comida, sienta y descafeinado en casa. Tras el café volví a sentarme en el sofá para leer el periódico y seguir de soslayo la peli de TVE. En esas estaba cuando  llamaron a la puerta (Amazón, que no descansa los domingos), me levanté a abrir y tras dar unos paso y llegar justo al pasillo, allá fui de nuevo. Otra vez gritos de mi mujer sobre qué había pasado y contestación mía de que nada, pero de nuevo me di cuenta de que estaba en el suelo y enseguida que me dolía la cabeza y la espalda. Y el teléfono de mi muñeca haciendo ruidos y preguntándome si me había caído y llamaba a una ambulancia. Me levanté, comprobé que sangraba por la cabeza (un golpe contra el dintel al caer) y que me dolía también la espalda.  Pero ni idea de qué había pasado, cómo había caído o cuánto tiempo estuve en el suelo:  el agujero negro. Esta vez sí, llamamos a un taxi y fuimos al hospital Y allí pasé la tarde del domingo.  Me atendieron enseguida, me tumbaron en la camilla y me aplicaron el protocolo:  monitor, sangre, pruebas (TAC de la cabeza, Radiografía del costado). Y mucho  tránsito  de  médicos y enfermeras: los de guardia y los de cardiología. Al final, las dudas de siempre, porque es difícil encontrar la causa. Y a las 11 de la noche, a casa.

Pero esta vez, las cosas se han complicado un poco más pues ayer (solo 5 días después del anterior), volvió a curvarse mi tiempo y a repetirse el  guión de siempre: aparecí de nuevo en el suelo sin saber cómo había llegado allí. Igual que las otras veces, habíamos comido, había hecho mi sienta, me había levantado a tomar mi descafeinado,  me había vuelto a sentar y después, al levantarme, sentí, esta vez sí que me venía uno de esos mareitos a los que estoy acostumbrado. Me apoyé en la silla que tenía delante y ahí desaparecí. Lo siguiente que sentí es que estaba sentado (despatarrado) en un puf que tenemos en la sala y con la silla volcada sobre mí. Colegí que me había caído hacia atrás con la buena suerte de que allí estaba el puf que me acogió amablemente. Esta vez ni mi mujer ni mi reloj se enteraron de la caída. Yo tampoco claro. Y  mejor así. Tampoco fuimos al hospital. Ya le voy cogiendo el tranquillo a esto de la curvatura del tiempo-espacio y lo que hice fue tomarme la tensión y asustarme un poco más.

Se lo conté a Michel y lo atribuye a una tensión baja. Efectivamente, la tensión que tenía al  caerme era de 62-96, muy baja para mí. Tensión que se repetía al acostarme (60-98) y hoy al levantarme (64-95). Así que yo que siempre fui hipertenso y me medicaron por ello, me cambié de bando y ahora milito entre los hipotensos. Espero que esto no sea una nueva vía de agua que se abre en mí ya maltrecho organismo. Cosas del tiempo curvo.

lunes, octubre 06, 2025

UNA BATALLA TRAS OTRA

 


 


Con el cine suele pasar eso, que vas escuchando comentarios en la radio, que los amigos que han madrugado más que tú en ir a verla lo comentan y te cuentan sus impresiones. Así que,  poco  a  poco se va configurando en tu cabeza una idea aproximada de lo que vas a ver.  Y luego, tú contrastas lo que habías oído y lo que tú mismo has sentido en la sala. En este caso, los comentarios previos eran mayoritariamente positivos, excepto algunos que tras leer a Boyero decir que la película le pareció “un bostezo tras otro”, decidieron no ir. Nosotros sí que fuimos y, la verdad, fue todo un disfrute visual.

“Una batalla tras otra” es un film estadounidense de este mismo año (2025) que está dirigido por Paul Thomas Anderson (Licorizze Pizza) que es, también, autor del guión (adaptación de la novela Vineland de Thomas Pynchon). En Vineland (supuestamente California, la región del vino) se describen las acciones subversivas de grupos radicales de los años setenta. El guión de Anderson, recoge la violencia de ese momento, pero endulzándolo desde la distancia con toques cómicos y comportamientos esperpénticos y algo absurdos. Al final, resulta que la combinación es eficaz y disfrtutas de casi tres horas de cine sin el más mínimo cansancio.

 Parte del éxito está, desde luego en los actores que llenan la pantalla con una solidez fantástica. Los principales protagonistas (Leonardo di  Caprio, Sean Penn, Chase Infiniti, Benicio del Toro) están soberbios, llenos de matices y con una energía que te mantiene en vilo. La fotografía es excelente tanto en la puesta en escena y la definición de los contextos, como en la expresividad de los primeros planos. Creo que no olvidaré nunca la efectividad de la escena de la persecución en carretera filmada en Vista Visión: ese panorama abierto con la carretera que sube y baja y con una música de jazz electrizante. Era como sentirte en una montaña rusa, hasta ese punto lograba ponerte en situación con sensaciones de casi 3D. La música muy ajustada a las diversas situaciones por las que transita la historia: jazz a tope para electrizarte y música zen para relajarte. Y el ritmo muy bien logrado: entre el pausado y cansino del requerimiento de una consiga o del desarrollo de una situación tensa o amenazante hasta el ritmo enloquecido de las acciones violentas. Es el contraste entre la locura de Di Caprio (Bob Ferguson) y Benicio del Toro, el profesor de kárate que es todo tranquilidad y parsimonia.

 La historia que se nos cuenta trata de reflejar las andanzas de un supuesto grupo anarquista: French 75. Es amena y sorprendente con una mezcla permanente entre el atacar y el defenderse y huir. Se incluye mucha violencia, un poco loca en ocasiones, y muchas situaciones absurdas de amor-odio, de lógica terrorista, de policías y ladrones. No falta, desde luego, un fondo de discurso político antisistema en temas como la inmigración, el poder incontrolado, los poderes ocultos, el sexo, etc. Van apareciendo flashes de cada tema, pero sin profundidad, como meros apuntes. Se hace entretenida.

En fin, una película que ha encantado a algunos, entre los que nos encontramos, y ha resultado un fiasco para otros. Justamente por eso, ya merece ser apreciada.