Esta temporada radiofónica, Carlos Alsina suele comenzar su perorata de las 8 de la mañana (Más de uno, en Onda Cero) diciendo: “déjenme que les cuente una historia… no se preocupen que va a ser cortita”. Le funciona.
Yo también quisiera contaros a cuantos amamos Orazo y estamos preocupados por su futuro, esta pequeña historia de ayer sábado.
Llegué a Orazo sobre las 10:30, como cualquier sábado que puedo escaparme hasta allí. Y seguí la rutina habitual: comprar la carne y alguna cosilla en Bandeira, cafecito de media mañana en algún bar abierto (cada vez quedan menos, aunque desde hace un año han abierto uno justo al salir de la carretera de la autopista y con un café realmente bueno) y puesta en marcha del día ya en Orazo. Abrir las dos cancelas, procurar no rascar el coche (no siempre lo logro, aunque me esfuerzo), abrir las casas (ventanas incluidas), y cambiarme. Eso fue lo hice ayer, que yo soy mucho de rutinas.
Mientras me cambiaba en nuestra habitación de la casa nueva, sentí algo así
como una voz en la era y me asomé a ver quién era. Allí estaba un señor a quien
no conocía, como tratando de localizar a
alguien de la casa. Ya puesto en “modo
Orazo” salí a su encuentro. Nos saludamos y él, enseguida,
trató
de justificar por qué había entrado hasta allí:
“Mire, me dijo, vivo en Remesar y paso mucho por esta carretera. Siempre me ha llamado mucho la atención la galería. Y me preguntaba de quién sería la casa. Hoy he visto que estaba la puerta de hierro abierta y pensé que era una buena oportunidad para saber algo más de ella”.
Luego me contó que era técnico de turismo y por eso le había encantado la galería. Que él era de Silleda y que había sido profesor de instituto. Ahora ya jubilado le gustaba la fotografía y asesoraba en temas de turismo de interior tanto al ayuntamiento de Silleda como al de la Estrada. Un buen tipo, muy amable. Había sido profesor de personas que después también las tuve yo primero de alumnas y, después, de compañeras de departamento.
Por supuesto, le enseñé la casa que le encantó. “Mire, me decía, ustedes tienen aquí algo que no se conserva en los pazos: esto parece auténtico. Han conservado la esencia de lo que era la vida en Galicia: los muebles, los espacios, la estructura, los utensilios. El que no hayan hecho muchas reformas es una bendición porque te retrotrae al pasado real de la vida en esta zona”.
Vimos detenidamente la casa y él me fue haciendo comentarios muy interesantes. Enseguida entendió que estábamos ante un dilema básico entre conservar o deshacernos de la casa. El creía que podríamos obtener apoyo del Concello de la Estrada (hablaba de Gonzalo, el alcalde de La Estrada con mucha familiaridad, como si se conocieran mucho). Y parece que conocía bastante a Moncho Brea.
Me sugirió por qué no hacíamos una Fundación que nos permitiera recibir fondos públicos. Que a nivel turístico el enclave de Orazo era muy prometedor. Me indicó que la iglesia de Orazo es una joya. Solo hay en Galicia tres iglesias románicas del S. XI con tres naves: la Porticela en la Catedral, Orazo y hablaba de otra que ya no recuerdo (quizás Cambre). También el crucero exterior es del S. XI. La iglesia junto a la Casa Ulloa hacen un conjunto que une arte y antropología, dijo.
Yo seguía dando vueltas a la idea de la Fundación. Y pensaba para mí lo hermoso que sería montar la Fundación CARMELA VÁZQUEZ ULLOA y ligar la supervivencia de Orazo al nombre de la abuela que fue la que heredó Orazo y lo mantuvo mientras vivió. Todos los herederos seríais patronos de la Fundación con los porcentajes que correspondieran a cada quien.
Obviamente, obtener recursos públicos significaría contraer algún tipo de apertura de la casa a visitas, sin perder la propiedad. Permitiría, a la vez, organizar cosas allí de forma que el mantenimiento de la casa se hiciera sin coste para vosotros y sin tener que desprenderse de ella, manteniendo Orazo como ese “punto de encuentro” de todas las familias (las actuales y las que vendrán con vuestros hijos) vinculadas a la abuela Carmela.
La verdad es que el señor me alegró el día. Tras tanto tiempo sin poder ver un futuro viable, sintiendo ya el dolor de perder algo que ha significado tanto para la familia, que aparezca alguien que te diga que sí puede haber un futuro (un poco utópico, pero posible) no deja de ser un respiro. En lugar de perder Orazo, aparece esa posibilidad de compartirlo un poco (presumiendo de él y de la larga historia de los Ulloa), pero manteniéndolo como espacio familiar en el que celebrar fiestas y encuentros. Vamos, como siempre, pero ahora en un Orazo mejorado y apetecible.
Me dio su tarjeta, pero me la dejé en el bolsillo del pantalón de Orazo. Lo siento. Os lo diré en cuanto vuelva por allí el sábado que viene. Un abrazo a todos.