lunes, septiembre 22, 2025

LA PRIMERA ESCUELA

 

Con ese título se imponía el verla cuanto antes. Es, además, una película  francesa, país con una amplia tradición en films sobre educación.  Tienen una forma bastante particular de abordar los temas educativos, mezclados siempre con problemas sociales por lo que, al final,  siempre te queda la duda de si la historia que se cuenta quería hablar  de educación o de otras cosas. En todo caso, bien está que la educación, esa parte importante de la  vida de las personas y las sociedades, esté  presente en el cine y eso nos permita pensar en ella.

Película francesa, como decía, del año 2024 que está dirigida por Éric Bresnard, un prolífico director del que ya se han pasado en España numerosas películas (Entre amis, Pastel de pera con lavanda, Las cosas sencillas…). Bresnard es también el guionista, tarea que es habitual  en él desde hace años (en Babylon, por ejemplo). Así que aborda dos campos en los que tiene mucha experiencia. Está protagonizada por dos muy buenos y prolíficos artistas: Alexandra Lamy (Sobre ruedas, Vuelta a casa de mi madre, Los infieles) y Grégory Gadebois (Presunción de inocencia, Paternel, Las cosas sencillas). Ambos muy presentes en las pantallas (y ahora en los grandes servidores de cine por internet). Llama la atención la gran  cantidad de películas que ambos tienen en su haber: por ejemplo, Gadebois participó en 7 películas en el año 2024. En la película ambos están a gran altura, ella más seria y con menos registros, manteniendo una línea de actuación controlada y minimalista. Él mucho más expresivo y bipolar,  pero reflejando bien el estereotipo de lo que puede ser un campesino duro, rico y quemado por la vida, pero a la vez, buena persona, sensato y cordial.

En su conjunto la película está bien técnicamente. La historia atrapa, la ambientación es excelente (quizás exagerada en la sensación de miseria e incultura que atribuye al contexto rural, pero todo está muy cuidado:  oficios, personajes, vestidos, dinámicas sociales y culturales), la fotografía buena (con un excelente contraste entre la luminosidad y amplitud de los exteriores y la opresión y negrura de los interiores). Logra primeros planos excelentes y muy expresivos de los personajes, tanto adultos como niños. La música no aparece en exceso, pasa un poco desapercibida (o,  al  menos, eso me pareció a mí).

Obviamente, lo importante en este caso es la historia que se nos cuenta, los personajes que incorpora a la historia, el mensaje que, al final, parece decantarse de todo el proceso seguido. El tránsito de la no educación a la educación es un proceso bien complejo y en el que influyen muchas circunstancias y agentes. La película lo refleja bien. Y no se trata de una batalla entre buenos y malos, entre inteligentes e ignorantes, entre modernos y antiguos. Es algo más profundo, más relacionado con la experiencia y las necesidades de cada quien, más visceral. Por eso los argumentos puramente racionales no siempre funcionan, ni tampoco los que lo vinculan todo al futuro (sobre todo, porque es difícil separar el futuro de los hijos de lo que ha sido el futuro, ya presente, de los padres).

 El personaje central de la película es la maestra que llega a esa aldea remota de la Francia postrevolucionaria de finales del S. XIX. De hecho  el título original del film, “Louise Violet”, habla de ella no  de la escuela o la educación. Ella debe reconstruir su vida y, dado lo que se encuentra allí, debe reconstruir, en simultáneo, la dinámica social y cultural del entorno al que llega. Es mucho cambio para hacerlo a solas. Su gran problema es cómo generar alianzas que le ayuden a avanzar en ambos procesos. Nadie la ha llamado, nadie la necesita, solo es una funcionaria castigada a sobrevivir en un entorno adverso.

Lo que nos cuenta Bresnard es el proceso que sigue la maestra Violet para buscarse un lugar, para crear un nicho, primero personal y poco a poco profesional, en el que sobrevivir al presente y ganar el futuro (suyo y de los niños y niñas de la aldea). Esa es la idea estribillo que transita por todo el film: ser libre es poder elegir y es la educación lo que nos hace libres. Acabo de traducir un libro de A. Novoa (Profesores. Liberar el futuro:  Narcea 2025) que nos traslada exactamente esa misma idea: son los profesores y profesoras,  es la escuela (la escuela pública, dice él) la que nos permitirá tener un futuro libre. La profe Violet se sentiría muy reconocida en el texto de Novoa.

Hay un momento muy interesante en la película ya hacia el final, momento álgido en el que parece se hacen incompatibles la educación y la vida rural, en el que el alcalde Gadebois reconviene al chaval que no quiere ser como su padre en quien no ve nada bueno y hace un canto a esa otra cara de la educación que va más allá de la escuela y en la que ellos,  incultos académicamente, son grandes educadores: el amor a la tierra, la entrega total para sacar adelante la familia, el buscar lo mejor para los hijos, la generosidad para colaborar con los demás campesinos… En realidad, no se trata de contraponer la educación familiar y sus valores a la escolar y los suyos. Se diría que la película empieza así (maestra contra padres y madres, o viceversa), para acabar entendiendo mejor todos que la educación, para poder avanzar, tiene que ser cosa de todos. Ya advertía aquel viejo dicho masai de que “para educar un niño se precisa de toda la tribu”.

Y luego, pues el cine es espectáculo y para enriquecer la intriga y amenizar el recorrido narrativo, la película va haciendo entrar en escena otros temas secundarios que entretienen al espectador: el pasado de la maestra y el temor a la ideologización de la escuela, los mensajes feministas, el cortejo del alcalde a la maestra, la figura del cura.

En el fondo,  es una buena película que no se hace larga (aunque son casi dos horas) y de la que sales con dos mensajes clavadas en la mente como si fuera un estribillo: “ser libre es poder elegir”; “mi padre no tenía nada, yo tengo un libro, mi  hijo  será un señor”. Difícil hacer un mejor canto al  poder transformador de la educación.

 

domingo, septiembre 21, 2025

LOS MOMENTOS SIGNIFICATIVOS

 

La película de la noche en TV (Todos los días de mi vida) iba entretenida. Como casi siempre ya la habíamos visto antes, no sé si en el cine o en algunos de los pases por televisión. Lo  recordaba bien porque también en aquella ocasión me había llamado mucho la atención la  frase del protagonista Leo (Channing Tatum): “Tengo una teoría… “. Y su teoría era que la vida no está predeterminada ni nada de eso; la vida está hecha de momentos significativos, muchos de ellos imprevisibles. Y cada uno de esos momentos supone el inicio de una nueva etapa que te lleva a ser de otra manera. Supongo  que quería decir que la vida no es un contiuum que se va desplegando con el paso de los años; no es algo que se pueda prever.  Irán sucediendo cosas (“momentos”) que ni nos imaginamos y esas cosas nos irán llevando a formas de ser diferentes. Y así, me imaginé yo, nuestra existencia más que definida por etapas sucesivas y coherentes (la edad) estaría formada por capas diferentes y sin una lógica de sucesión previsible. Como las capas de la tierra están formadas por sucesivos sedimentos, distintos entre sí en función de eventos geológicos imprevisibles (un terremoto, un incendio, un cambio brusco de las condiciones).

Me gustó la analogía de los momentos para hacer paleontología de nuestra vida. Si miramos nuestra vida está claro que podemos reconocer diferentes “momentos significativos”. Si fueron muchos o  pocos, positivos o negativos, más impactantes o menos, dependerá de las particulares circunstancias de cada quien. Pero está claro que esos “momentos” produjeron un giro significativo en nuestra existencia hasta generar esa estructura de capas que somos ahora. En su caso, el momento significativo que recoge la  película es un accidente de coche que cierra su etapa anterior y abre una nueva capa en su estructura vital.

Yo comencé a mirarme a mí mismo, a analizar mi propia arquitectura  de capas y enseguida reconocí esos “momentos significativos” de apertura de nuevas capas. Es curioso cómo  te ayuda a entender el  tono y textura diferente de cada capa.  Ves periodos de tu vida que siguen una trayectoria continua y tranquila y, de pronto, llega ese momento y es como perder el suelo y sentir que con ese “momento sobrevenido” algo se ha roto y comienzas otra vida.

 Algunos de esos momentos vienen de fábrica y son previsibles: salida de la  casa de los padres, primer trabajo, noviazgo y  casamiento, hijos, fallecimiento de familiares, etc. Algunos te afectan más y suponen un cambio de etapa vital  más brusco e impactante, otros, quizás, lo son menos porque forman parte de lo esperado. Y hay ciertos momentos que, por inesperados, resultan más impactantes: una persona, un accidente, una enfermedad, un episodio (personal, social  o laboral). Y eso te cambia la vida. 

Te la cambia, o eso me parece, porque cambia tu expectativa de futuro: ya no ves el futuro como en la etapa anterior, para bien o para mal tu posición en el juego de la vida ha cambiado, estás jugando con otras cartas. Inicias otra etapa y lo haces con otras expectativas. Es decir, has cambiado. Y la nueva capa de tu existencia ya tiene otro color,  otra textura, otro ánimo.

Lo gracioso es que cargados ya de años puedes hacer balance de tu estructura geovital. De hecho es el entretenimiento habitual que tenemos los mayores: recordar las etapas de nuestra vida, los personajes que fuimos, las personas que modificaron nuestra trayectoria, los momentos significativos que nos impactaron. Es obvio que no seríamos los mismos si esos momentos no hubieran existido, pero ahí están y nos han hecho ser lo que ahora somos.

Claro que eso de volver al pasado, de intentar reconocerte a ti mismo en esa estructura de capas superpuestas tiene mucho de regodeo nostálgico. Pero también puede tener su aquel de proceso terapéutico. Porque sí que sirve para entenderte mejor, para reconciliarte con el ser que fuiste (al final, los recuerdos tienden a ser selectivos y acabamos recordando más y mejor los buenos que los malos), para perdonarte algunos pasos en falso.

En fin, la película tuvo críticas bastante malas,  pero es que ni una sola de esas críticas hizo la menor mención a esta idea de los “momentos significativos”.  Ellos se lo perdieron.

 

 

sábado, septiembre 13, 2025

EL CAUTIVO

 



Ha sido tan masiva la propaganda que se ha hecho en los medios de comunicación sobre el film (apoyada por el morbo de la atribución de homosexualidad a Cervantes) que fuimos a verla el propio día del estreno en Santiago. El cine casi lleno, lo que significa que a mucha gente le había picado la misma curiosidad. A ver…que nos da Amenabar esta vez!

El  cautivo es una producción hispano-italiana dirigida, como decía, por Amenabar y protagonizada por Julio Peña, un jovencísimo actor de 25 años pero ya con experiencia en el cine, en el papel de Cervantes y Alex Borghi, con un amplio historial de películas en Italia, en el papel de bajá de Argel. Y junto a ellos un amplio elenco de actores bien conocidos en España por su participación en series (Miguel Rellán, Fernando Tejero, José Manuel Puga, etc.). Tanto el guión como la música son del propio Amenabar y la fotografía de Alex Catalán que está excelente pues la fotografía y el atrezzo de época son quizás lo mejor del film.

Amenabar toma el periodo de prisión que padeció Cervantes en Berlín, del que poco se sabe, para contruir con notable libertad lo que pudo ser. La idea parece excelente porque ofrece infinitas posibilidades cinematográficas: batallas marina, toma de prisiones, venta de rehenes, vida carcelaria, paisajes urbanos e interiores, cuitas y relaciones complejas entre los encerrados, choque cultural entre el islam y el cristianismo. Pero, sobre todo, es un punto de partida sin par para reflejar lo que significa esa experiencia humana terrible de sentirse preso, maltratado, al socaire de los acontecimientos de quienes te retienen. En manos de Amenabar parecía garantizado que saldría de ahí una excelente película.

Y lo es, creo yo, aunque a mí me cansó (quizás sea, nuevamente, esa manía de alargar las películas más allá de las 2 horas: 113 minutos tiene esta). Y eso que, efectivamente, la pesadez se relajaba cuando Cervantes contaba sus historias fantásticas a los otros presos para hacerles menos penosa su estancia. Ese mismo efecto me hacía como espectador. Y no es que la historia contada y la forma de contarla carezca de méritos.  En absoluto: muy bien diseñada la escenografía, la vestimenta y el lenguaje de la época; una excelente fotografía alternando primeros planos (necesarios para destacar la dimensión erótica que Amenabar quiere añadir a la historia), planos medios que reflejan bien el modo de vida en la prisión y el movimiento en las calles de Argel. Bien trabajado el doble componente narrativo y literario del film. Es decir, la película, técnicamente, es muy buena y está bien rodada.  Amenabar, al fin.

 Y con respecto a la historia que se cuenta caben distintas valoraciones. En principio es una historia de hombres, sin mujeres, como si todo nos fuera a llevar, por necesidad, al deslizamiento hacia la homosexualidad. Y siendo hombres los personajes, se acaban produciendo las situaciones habituales entre hombres sometidos a una presión externa muy agresiva y lacerante: amistades intensas, envidias, agresiones, venganzas, traiciones. Más aún, si en el grupo se incluyen personajes religiosos del  Santo Oficio que convierten las ideas y la conducta en objeto de controversia y persecución.

Y en ese contexto, la capacidad imaginativa y de creación de historias de Cervantes es quizás lo más efectivo del film. Las historias que crea le salvan a él mismo de la destrucción y ayuda a los demás, incluido el bajá, a superar las carencias del mundo real en que viven. Lo que siempre ha hecho la imaginación.